sábado, 2 de enero de 2016

Un horror anterior a la forma

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Carpenter - Breccia - Lovecraft

El terror se construye no sólo por lo que muestra, sino que lo que muestra es visible por lo que sugiere.

Lo que el terror sugiere sólo es concebible estéticamente en la medida en que es sugerido: el uso de palabras, imágenes, representaciones.

La herramienta no es sólo el fuera de campo, sino el diálogo entre el fuera de campo y aquello que hay en el campo. Y en el campo a veces es necesaria la revelacion de lo monstruoso.

Pero para esto lo monstruoso no puede ser la “forma final” del horror, sino el desplazamiento estético de algo irrepresentable, cuya entidad trasciende toda estética.
El Mal, tema por excelencia del terror, es concebible en la medida en que toma forma en otra cosa, en la medida en que la cosa trae consigo aquel Mal como escritura de aquella forma.

En Lovecraft, el uso de la palabra y la descripción nos aleja sistemáticamente de la determinación. Todo aquello que puede ser escuchado es escuchado por alguien que cree haberlo escuchado. Todo aquello que puede ser visto es visto por alguien que es incapaz de aprehender esa visión y transmitirla con palabras. El único rastro son las huellas del horror en la perplejidad. Se trata de lo que la perplejidad descriptiva sugiere.

La adaptación a historieta de Los mitos de Cthulu de Alberto Breccia procede también con un entendimiento de su propia materialidad estética, en este caso el dibujo. La figuración se vuelve inseparable de la tinta y el papel. Lo que se revela como monstruoso y deforme es tan impreciso que nos devuelve constantemente a la contemplación del trazo, de la tinta, del fondo, del papel. Se trata de una escritura del Mal que aparece por lo que la violencia del trazo sugiere, y se hace imposible la descripción gráfica en términos positivos.

In the Mouth of Madness (En la boca del miedo, John Carpenter, 1994) es la consumación del posible encuentro entre lo indescriptible y lo inevitablemente visible. Sea literatura, historieta o cine, nos estamos refiriendo a cómo las oraciones, dibujos o impresiones fotográficas necesitan tomar parte de aquel Mal. El cine es el arte nacido del positivismo por excelencia, pero es su hijo maldito. A través de imágenes completamente positivas y determinadas se puede abrir puertas a lo fantástico e incomprensible. Y así Carpenter llega al límite de esta propuesta: la puesta en escena cinematográfica poniendo en evidencia absoluta la relatividad de la verdad impresa en la película.

Como dice el personaje de Styles: “La realidad es lo que nos decimos el uno al otro qué es. Los locos y los cuerdos pueden cambiar de lugares muy fácilmente si los locos fueran mayoría. Te encontrarías en un cuarto acolchonado preguntándote qué le ocurrió al mundo. Sería muy solitario ser el último que queda”.

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