(David Gordon Green, 2021)
La nueva trilogía sin terminar de Halloween es otro de esos arrebatos por hacerle un culto innecesario a lo original, esa idea de matar a todas las secuelas como si se trataran de una cosa vergonzosa y de poca calidad, continuando un supuesto legado de la película, del clásico, la de culto. También tiene esa imponencia de quien tiene dinero para gastar, algo que no se tenía allá por 1978, y se convocan a las figuras importantes en la producción, incluido Carpenter que además participa en la música. Esta segunda parte está plagada de personajes que eran casi insignificantes en la primera, acá cantando el presente para el aplauso de la mentalidad coleccionista. De la primera hablé bastante, no vale la pena ahora. Su continuación aparece con nuevos aires de impostada justicia. En primer lugar corrige, en el peor sentido de la palabra, a la segunda película. Es una segunda que corrige a una segunda. Para eso le inventa otra encima, le copia los ambientes y la estética y se muestra como un flashback introductorio. Sorprendentemente es una gran secuencia para los estándares de David Gordon Green. Ahí nos plantean un conflicto clarísimo del que podría desprenderse una película digna, sobre un policía cargando con el peso de la muerte de su compañero 40 años después. Esto es por supuesto completamente olvidado y se gira hacia una historia sobre la ira colectiva y la grieta norteamericana con altísimos niveles de facilismos propios del partido demócrata. Parece que junto a Michael se había escapado otro loco, sin máscara claro, es decir con cara de humano, que anda correteando asustado por las calles esa misma noche. La turba de pueblerinos iracundos con el cartel implícito de votantes de Donald Trump no tiene manera de no caer ante la tentación de linchar al pobre hombre, que demás, por uno de esos milagros resulta que no es nada peligroso. Hay una secuencia que confirma todo esto que venimos imaginando en la que este hombre en cuestión es perseguido hasta que no le queda otra que suicidarse. El problema de adelantarse a las cosas no pasa por una cuestión de sorpresas. En una trama siempre podemos adelantar cosas, es natural, es así el cine, y sobre todo el clásico. El problema pasa cuando lo que podemos adelantar es el sistema completo de pensamiento que tiene una película. Poder adelantarnos a la forma habla de ideas preconcebidas, ya terminadas, sólamente ilustradas, que no necesitan del cine para existir. No necesita del cine y nadie necesita Halloween de 2018, nadie necesita Halloween Kills, y nadie va a necesitar a su tercera parte.