martes, 17 de enero de 2017

The Autopsy of Jane Doe

jane doe foto

Sobre The Autopsy of Jane Doe (André Øvredal, 2016)

¿Cómo hacer una película que gira completamente alrededor del cadáver impecable y desnudo de una chica sobre una mesa? En principio partiendo de la idea de que eso, en cine, es un problema, un problema que se puede desmenuzar, seccionar, yendo por partes, como en el proceder de una autopsia. Además, entendiendo que ese misterio, como muchos otros, le concierne casi necesariamente al terror.

La película del noruego André Øvredal logra hacer uso de todas estas herramientas en un tono muy de evidencia, de policial, de descubrimiento a partir de lo visible, pero para luego llegar al territorio donde todo se desdibuja ante la presencia de lo fantástico. En esa dialéctica está el centro de todo. Primero es una búsqueda minuciosa sostenida en el distanciamiento que podemos lograr tener ante la presencia de cortes, sangre y órganos. De ninguna manera podemos decir que The autopsy of Jane Doe es una película gore, su detallismo es puramente técnico y expositivo, como las escenas de operaciones en The Thing. Lo que no es casualidad (ni puro fetiche), es que la desconocida en cuestión tenga un cuerpo de modelo, ya que el distanciamiento hacia el gore funciona de forma inversamente proporcional con el acercamiento erótico que puede generar el cuerpo de Jane en el espectador. De ahí surge el problema cinematográfico. Autopsia es segmentación y cuantificación, lo pornográfico también. Øvredal está trabajando con materia muerta, pero que también, ante la cámara, es mercancía sexual.

Jane Doe (nombre genérico que le ponen a la desconocida) carga muchos secretos en su cuerpo que van siendo descubiertos. Por detrás, o en simultáneo, un pequeño conflicto entre el padre y el hijo que realizan la autopsia. El hijo busca el sentido de las muertes (o los asesinatos), el padre olvidó que eso existía, y sólo ve cuerpos, partes, motivos concretos y factuales de cese de vida. Cuando lo fantástico invade (la clara resurrección de cadáveres en la morgue y sus misteriosas apariciones y ataques) el panorama se da vuelta. Una primera teoría convertía a Jane Doe en una víctima de la trata de personas, pero la segunda, sobrepasando todo límite racional (como también lo sobrepasa el estado del cadáver), la convierte en el cuerpo de una bruja.

Ahora veamos cómo la película inteligentemente nos hace ver lo temible en todo esto. Como buen forense, el padre disecciona a la historia y revela: la caza de brujas en el norte de EE.UU. era el asesinato brutal de mujeres inocentes, un dato ya comprobado. Todo esto convierte a Jane Doe en el resultado concreto y evidente de tal atrocidad, el material portador de todo aquel mal que fue perpetrado. Contrario al tecnicismo de la autopsia, la película logra depositar un factor inaprensible: ¿la ejecucion de tales atrocidades puede ser en sí misma lo que engrendra aquella brujería? Poco importa si se trata de brujas, así como tampoco importa la nomenclatura que queramos darle. ¿Podemos llegar a creer que el crimen más brutal puede alcanzar la categoría de lo metafísico y volverse una idea en sí misma, maligna, eterna? En esta película sí. Y ahí reside lo interesante de aquella dialéctica: ese mal es algo incuantificable, sagrado, pero se alude a él desde la disección de la modernidad. Se acepta lo que se ha vuelvo obvio en términos cientificos, pero no se pierde su dimensión inaprensible.

Ante la presencia del cuerpo desnudo la película se vuelve consciente que la modelo Jane Doe despierta el caracter explotativo de la misma. Y por ende, el caracter explotativo comienza a exponer (mediante la disección) su naturaleza, y esta es violenta, perversa, como la mirada. La mirada de la explotación es la mirada que necesita matar todo lo que ve, para poder poseer visualmente y singularizar cada parte, y que en este caso será, contestatariamente, cada órgano. Más precisamente, es la mirada de la tortura. Esa dialéctica de elementos sobrevuela a toda la película y es lo que la convierte en una perfecta respuesta al aburrimiento alegórico de The Witch, que parece intentar imprimir estos elementos en un personaje cuyas lógicas son más las del director que las propias. Por el contrario, The autopsy of Jane Doe es una pequeña película de dos personajes y un cadáver cuya mera presencia ya hace la mayoría del trabajo gracias a ese gran invento llamado fuera de campo.

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