lunes, 4 de marzo de 2024

Los 10 mandamientos

A principios de los 30, Irving Thalberg, jefe de estudio de MGM, redactó los "Diez mandamientos para los lectores del estudio". Un memo con una serie de puntos fundamentales para la selección de historias:

1. Su tarea más importante es la de encontrar grandes ideas. Las encontrará entrerradas bajo toneladas de sugerencias mediocres.

2. Lea al menos dos diarios por día. Los fotocómics se venden bien y tocan temas de actualidad.

3. Analice cada material teniendo en mente a los intérpretes que trabajan para nosotros.

4. Recuerde que trabajamos con un medio pictórico.

5. Preste mucha atención a los libros que vea leer al público.

6. Mire al menos dos largometrajes cada semana, uno de esta compañía, uno de la competencia...

7. Todo lo demás es secundario en su trabajo de lograr encontrar una situación dramática fuerte... el choque interesante entre los personajes principales.

8. Demuestre su habilidad de reconocer material creativo escribiendo Ud. también y enviándonos sus propias historias.

9. Sea competente en otros idiomas además del propio. La competencia por las buenas historias es tan intensa que hace tiempo que la oferta escrita en inglés se ha vuelto insuficiente.

10. Sobre todo, entrénese para reconocer la sinceridad en una historia. El cine sonoro, en particular, ha hecho que el público sea muy sensible a las notas falsas en las tramas.

viernes, 1 de marzo de 2024

Diario de películas (15): Dos de Takashi Miike

Young Thugs: Nostalgia (1998)

Es la película de Miike que elige como favorita entre las suyas. Sucede mientras Estados Unidos llega a la luna. 1969, 1970. En la televisión también hay revueltas estudiantiles, pero America avanza a la par del "milagro económico".

Tiene algo de I was born but... o quizás de Good morning, en las tramas de los niños, pero jamás podría ser una película de Ozu. En Miike los violentos cambian, mejoran o crecen, pero la violencia es parte de su ADN, en todo caso se reconvierten violentamente y siguen viviendo. Tal vez sean mejores personas. Pasa igual en Young Thugs: Innocent Blood, filmada un año antes, con el mismo personaje pero adolescente/adulto.

La película abre con un vitreau católico, con el niño Jesús en el pesebre, rodeado de todos. El chico de esta película se emborracha así con los amigos de su abuelo, rodeado de ellos.

Todos están llenos de moretones y heridas en la cara. Es una forma de vivir.

Hara-Kiri: Death of a Samurai (2011)

Remake del clásico samurai Harakiri de Masaki Kobayashi. Hay muchas ideas formales que Miike directamente repite como si no necesitara nada. En pocos casos cambia levemente el orden de sucesos y algunas cosas hasta se las mejora. Es una "clase" de remake, pero en plan de actualización.

La secuencia del suicidio con espada de bambú es casi igual de sangrienta aunque más larga. El agravante que acá se suma es que el líder de la casa samurai se va dando cuenta progresivamente, junto al espectador, de que la espada es de bambú.

En los flashbacks de ambas películas todo es tragedia. Miike suma detalles más truculentos pero nunca se pasa de la raya. Mientras la de Kobayashi concentra a su climax en la batalla con el samurai "segundo" y muestra a su protagonista más como verdadero ex-guerrero, la versión de Miike parece enfocarse más resolutivamente en los aspectos protocolares. Ambas son películas sobre el lado oscuro de algo que podríamos llamar la "administración del honor", pero Miike cierra más inquieto, porque la armadura tradicional que los samurais conservan (y que por los hechos parece más la estatua de un demonio) es arreglada, pulida y presentada al Shogun, con una reverencia final que da escalofríos.

lunes, 22 de enero de 2024

Cambio cambio

Lautaro García Candela, 2022

Publicado como parte de Cine argentino para el 2024 – ¿Qué pueden las películas? en La vida útil

“Cambio cambio” es lo que dicen los hombres, mujeres, jóvenes, adultos o viejos que se paran disimuladamente en las avenidas peatonales del Microcentro porteño para atraer clientes. El sonido de los arbolitos. El volumen nunca es alto porque la venta del dólar paralelo es cauta y necesita pasar desapercibida. Quizás esa simple frase seductora, que también oficia de título para la película, sea el canto que mejor sintetice la fiebre por el dólar que azota como tormenta recurrente a la sociedad argentina, una comunidad que, si habitara un western norteamericano, estaría solo compuesta por gold diggers. En nuestros días se parece más a una droga, pero a una que trae entre sus efectos la fantasía de la estabilidad cambiaria y que tiene un impacto adictivo creciente en los argentinos a medida que acechan los fantasmas de las crisis.

Un estudio de esa relación con el dinero puede ser racional, sociológico o económico, pero el cine necesita volverlo una experiencia de sentido. Pablo, que pasa de deambular de trabajo en trabajo a convertirse en arbolito, vive también una historia de amor para permitirnos ver desde ahí sus caminos de ascenso y caída. Habrá entonces una pareja, pero atravesada por las diferencias de clase social y las propias pretensiones de cada uno de ellos. Para cada paso de la relación se volverá importante juntar dinero, y el grupo de personajes que se arma comienza a operar. Hacen “puré”, una forma de “ventajita” permitida si uno se adentra activamente en los vericuetos del sistema financiero de los vivos. Atrás, con la información que se va colando por radios y noticieros, está la crisis como una explosión inminente. Los anuncios son fatales, el caos siempre está cerca y a punto de irrumpir.

Lo curioso en Cambio cambio es que esta inminencia, que avanza como correlato al ascenso de Pablo, nunca se llega a manifestar plenamente. La explosión es otra, un incendio deliberado que termina con su negocio y sus ventajas, lo cual nos deja sin un imaginable o esperable cierre con una crisis histórica al estilo Nueve reinas. Es incierto si algo de esa magnitud corresponde verdaderamente a nuestros años. ¿Será que al vaticinar crisis todos los días por televisión hayamos licuado también su propio peso o valor? 1975, 1989 o 2001 ya son hitos, pero con las tendencias estéticas actuales en pocos años no faltará crisis que no tenga su propia aventura ficcional televisiva. ¿O será que el poder de daño de las crisis ahora viene en cuotas, más discreto visualmente y sin las reminiscencias palpables conocidas por todos?

Tal vez, para el momento de su rodaje, el horizonte explosivo haya sido, tanto para nosotros como para su autor, improbable o difícil de predecir. Pero también es verdad que, incluso hoy, palabras como hiperinflación pueden usarse para cualquier cosa, ya sin valor o peso alguno, y una crisis institucional con muertos en las calles podría ocurrir tanto dentro de dos años como esta misma noche. Es posible que hayamos perdido el derecho a hacer semejantes sentencias porque les licuamos su valor, en otra hiperinflación pero de carácter estético y mediático.

Así entonces, Cambio cambio finaliza su tormenta (no sin dejar algunos pronósticos de adicciones para el futuro), y parece optar también por disolver la pareja sin dolor alguno, con consensos razonables y dialogados. Lo que queda parece ser el anecdotario de una forma de vivir y moverse, y que incluye un elogio a la poética de las calles de Microcentro como territorio de infinitas aventuras y desastres porteños. Es posible que nuestro bimonetarismo nos haya convertido también en esquizofrénicos en el plano de lo narrativo, porque si bien algunos estarán ávidos de fantasías dolarizadoras para nuestra moneda, habrá otros que verán allí puertas abiertas a millones de universos de estéticas dolarizadas aprovechables para, en el mejor de los casos, entendernos un poco, aunque sea desde nuestras fantasías más podridas. ¿No parecen los arbolitos una encarnación urbana y argentina de esos típicos espías ficcionales de la CIA que se sientan en los bancos de las plazas para intercambiar información y dialogar sin mirarse a la cara? Es excitante y atractivo, como todo lo que nos puede hacer caer.