lunes, 29 de abril de 2024

A Traveler's Needs

Hong Sang-soo, 2024

En medio de su obsesión con eliminar para siempre la diferencia entre lo personal y lo filmado, Hong Sang-soo se convirtió en un experto en hacer metáforas de su propio cine. Luego veremos si se trata de talento o de una mera vanidad. Mientras tanto, su película puede servirnos para formular la pregunta acerca de por qué es posible encontrar encanto en la precariedad.

Esta parece surgir de la relación problemática entre dos mundos, uno lleno de prestigio, laureles y poesía profunda, y otro de personas simples aunque desesperadas por ser algo que no son, un pueblo triste y hambriento de identidad. La división entre ambos es geográfica pero aquí será principalmente idiomática, aunque no dejará de tener características y consecuencias amorosas.

El inglés es ajeno a ambos, por lo tanto sólo puede ser elemental, y se nos invita a participar de un mundo donde las personas se comunican como si vivieran en un manual de idiomas, personajes de "listening comprehension", como si nada pudiera salir de los "cats" que están debajo de las "tables", o de gente que lo único que se pregunta en la vida es dónde está la agencia de turismo.

En esa comunicación imposible por su superficialidad aparece la relación entre el joven coreano y la flautista de Hamelin francesa, cuyas notas desafinadas tienen una precariedad deliberadamente equivalente a un plano fuera de foco y mal iluminado.

También podríamos agregar, si quisiéramos ponernos malvados, que Isabelle Huppert ya es ahora estrella central de otro nuevo tipo de encanto: la falsa y europea ilusión de que se puede vivir como si la vejez no existiera. Su figura alegre y desprejuiciada, amante de los colores y las poemas tallados en piedra, oscila entre poeta y estafadora. Su emprendimiento de enseñanza de francés a coreanos roza lo trucho, pero no deja de cautivar el hecho de que todo se desprenda naturalmente de su manera de mirar en el corazón de las personas con las que se cruza.

De esa comunicación imposible también surgen películas como las de Hong Sang-soo, donde las expectativas de un mundo se cruzan con las del otro, generando un universo confuso, muchas veces trunco, pero perfectamente capaz de saciar la sed de un gran número de festivales de cine occidentales (sumando también el anhelo irremediable de un público que, con dolor, debe aceptar que esa tentadora bebida alcóholica blanca y fermentada que los personajes beben no se consigue en su país).

Mientras más se profundiza en la relación, ahora también fílmica, el diálogo de manual se complejiza y los lazos se hacen entonces más absurdos y precarios. Ese propio deterioro, con su ostensible elementalidad en lo formal, puede oscilar (así como existe en Huppert la oscilación entre la poesía y la estafa) entre ser una sesuda autorreflexión autoral o ser sólo percibido como si fuera el video-meme de la música de Titanic tocada en flauta dulce desafinada mientras vemos el dibujo de Kate Winslet hecho con palitos.

Sí, podemos permitirnos ser crueles. Gran parte del cine de Hong consiste en serlo consigo mismo. Sin embargo una cosa queda en el misterio. ¿Podría alguien realmente aprender Francés de la manera propuesta por el personaje de Huppert? La verdad es que no tengo ninguna herramienta para afirmar a ciencia cierta que no.