lunes, 24 de octubre de 2022

Comrades: Almost a Love Story

Peter Chan, 1996

Debo haberla encontrado en alguna de esas listas de mejores películas de Hong Kong y parece que era muy recordada. Sin tener los excesivos formalismos de un Wong Kar-Wai, pero sí contando con Maggie Cheung, Comrades es una película romántica, pero una que depende casi siempre de la geografía. China continental, Hong Kong, Nueva York.

Xiao-jun llega a Hong Kong desde China, para todos es un provinciano vulnerable que habla chino mandarín y que debería aprender cantonés e inglés. Allí conoce a Qiao (Maggie Cheung), que trabaja en un McDonalds y trata de pasar por cosmopolita ocultando su origen también chino. La tía del Xiao-jun, que es dueña de un prostíbulo, tiene una obsesión con William Holden y añora una cita que tuvo en su juventud con el actor cuando este había visitado Hong Kong. Se subrayan las aspiraciones capitalistas, todos quieren encontrar maneras de hacer plata y separarse de la precariedad comunista.

El tema es que para Xiao-jun hay algo que se dejaría atrás, este tiene una novia provinciana a la que le prometió matrimonio. Su plan original en Hong Kong era hacerse de algunos dólares para poder casarse. Xiao-jun y Qiao se hacen amigos pero es claro desde el principio que se enamoran, y lo consuman. Es una esas relaciones que tratan de ser casuales pero tienen constantemente el peso de ser un amor verdadero. Durante la película tratarán de no caer, luego llega la novia de Xiao-jun y la cosa se complica a punto tal que deciden alejarse. Él se casa y ella termina de pareja con un gángster, un personaje muy particular porque la película lo filma como si fuera un laburante más, y además es simpático, tiene sentido del humor. Esas parejas no tienen por qué ser malas, por ende unir a Xiau-jun con Qiao significaría necesariamente, para cada uno, matar algo que tiene valor por sí mismo.

Xiao-jun y Qiao se ven una vez más y no pueden evitar comerse el uno al otro, entonces deciden romper sus otros vínculos. Xiao-jun lo hace aunque le cueste, pero Qiao encuentra a su querido gángster en problemas y no puede evitar acompañarlo. Xiao-jun queda solo, con un paraguas bajo la lluvia. La película se traslada entonces al barrio chino de Nueva York, en lo que parece ser una versión más degradada de las aspiraciones capitalistas de los personajes porque todo parece una porquería. Si antes McDonalds era una cosa querible, ahora nos deberán causar repulsión las hamburguesas que mastican los americanos en plano detalle.

Vi otras dos películas donde Estados Unidos se ve extrañado desde la mirada de personajes que vienen de Oriente. Una es Brother de Takeshi Kitano, la otra -es una coincidencia y no tiene nada que ver- es Brother 2 de Aleksey Balabanov. El efecto es rarísimo, en el caso de Comrades está el barrio chino, donde todo les es cercano, pero por fuera hasta Times Square es un espacio hostil. A la pareja gangster de Qiao lo asesinan, de la nada, unos pandilleros que le quieren robar los cigarrillos, como si fuera un lugar en donde se va a morir. Nueva York podría ser una extremación de todo lo cosmopolita que se ve en Hong Kong. Tanto Xiao-jun como Qiao terminan solos ahí, generándonos la espera de un posible encuentro. Parece como si lo más vital de la película fueran esos momentos que tuvieron juntos en Hong Kong, donde se acompañaban el uno al otro en esa búsqueda de ascenso, un punto intermedio entre la China continental y los Estados Unidos.

En el fondo hay algo de nostalgia por el proceso de transformación, como si se añorara ese momento en donde el deseo por todo lo global parecía tener un sentido y se percibía como el perfecto escape. Ahora a ellos, vagando por Nueva York, les queda recordar a la cantante Teresa Tang, muy popular entre los provincianos. En las noticias se ve que Teresa Tang ha muerto, de la misma manera que real o simbólicamente lo han hecho sus otras parejas. Tambien algunos chinos de Nueva York andan comentando que en los 80's todos querían irse de China, pero que ahora en los 90's les empieza a pasar que quieren volver. Esa melancolía traducida en canción popular recuerda un poco a algunas posteriores películas de Jia Zhangke.

Al final la película propone una trampita que puede caer simpática pero que podría reducir la densidad de lo anterior. Resulta que Qiao llegó a Hong Kong el mismo día que Xiao-jun, hasta se habían quedado dormidos juntos, sin saberlo, en el tren. Ahora sentimos que estaban destinados a encontrarse, pero Comrades es más una película de procesos dolorosos que de un amor romántico. Tal vez esas dos cabezas que se apoyaron entre sí, por error mientras dormían, hayan compartido un sueño. Como símbolo e idea de puesta suena tremendamente grasa, pero la película se trata un poco de eso, desplazado en tres países y a lo largo de diez años de la historia.

martes, 11 de octubre de 2022

El idioma del Western


Dead for a Dollar (Walter Hill, 2022)

La última película de Walter Hill está dedicada a la memoria de Budd Boetticher, lo que automáticamente la asocia a cierto tipo de western escueto, como los que este filmó junto a Randolph Scott a fines de los años 50. Esa referencia activa a un realizador aparentemente menor va a contrapelo de la tendencia revisionista actual, de la misma manera que el propio Boetticher se separaba de los westerns que en aquel entonces se empezaban a correr del primer espíritu épico del género. Hace mucho tiempo ya que se suele decir que es un género terminado, y las actuales incursiones parecen acompañar esta afirmación, como si siempre apelaran a algo especial, algún tipo de giro que valide una nueva discusión o polémica histórica. Es difícil encontrar actualmente películas que simplemente se planteen como nuevas historias, continuando esos universos sin poner en primer plano la insistente revisión. Este sí sería un caso.

Hill encuentra en Max Borlund (Christoph Waltz) a su propio héroe solitario, un cazarrecompensas que parece ya haber decidido su forma de actuar y de moverse. Pero detrás aparece el hombre separado de la tarea y, con él, la forma que este tiene de vincularse con los demás. A diferencia de su personaje en Django Unchained de Tarantino, la relación con los negros no es positivista ni de defensa activa, mucho menos progresista. Su ausencia de prejuicios es tan natural como las transacciones económicas que lo llevan a la ejecución de sus tareas. Tampoco se trata de un políglota. Borlund desestima las preguntas sobre su nacionalidad y se considera americano, habla un solo idioma. Así es como también Hill se propondrá hablar simplemente el idioma del western.


En en esta película hay dos personajes negros y están en permanente disputa sobre cuál debe ser su lugar en el mundo. Transcurre en 1897 con la esclavitud abolida pero aún así uno de ellos, Elijah Jones, ve formas de esclavitud en otros lados, ya sea en las obligaciones del ejército o en los nuevos roles que le tocarían en el mundo segregado. El Sargento Poe, por el contrario, encuentra dignidad en el ejército y la posibilidad de formar parte de algo. Al principio podemos entender la lógica de Jones, pero en su fantasía de escape hay algo que termina siendo trunco y en términos muy similares a los de su compañera de viaje, Rachel, que escapa de su marido rico Martin Kidd, armando juntos un falso secuestro. Ella parece tener un espíritu libre, pero en su búsqueda de toma de riendas no deja de asomarse por detrás el duelo pendiente que tiene con él y con toda su forma de ver el mundo. Y Elijah seguirá convencido de que su arreglo monetario de rescate con ese burgués despiadado sigue en pie, cuando todos ya sabemos que es imposible que se lo respete. Para Hill no hay salida por ese lugar.

Rachel aprende a tirar porque sabe que tal vez deba defenderse de Martin en algún momento. Cuando Elijah quiere ocupar el rol de marido atento y protector, intentando sostenerle al brazo mientras practica, ella lo rechaza. Más adelante verá en Borlund, aún siendo este el enviado pago de Kidd para recuperarla, a un verdadero caballero: uno al que le incomoda verla bañarse pero que a su vez sería incapaz de pensar que es una puta por irse con un negro. Si Borlund aprendió algo en la tarea que ejerce es a no juzgar y paradójicamente su lado más humano encausa ese liberalismo impuesto hacia un mejor lugar.


Dead for a Dollar tiene otros duelos pendientes, como el del criminal Joe Cribbens (Willem Dafoe), que fue atrapado y encarcelado por Borlund. Nunca tuvo la chance de enfrentarlo porque este lo agarró desprevenido en la cama. A medida que avanza esa búsqueda de venganza lo iremos conociendo y nos será muy difícil juzgarlo. Es un hombre justo en sus batallas y completamente capaz de ver la diferencia entre el bien y el mal. Tal vez su encarcelamiento haya sido solo una consecuencia más de la lógica despasionada y mercantil del rol de cazarrecompensas. Para Borlund, que durante la película descubrirá qué tipo de hombres pueden ser aquellos para los que trabaja, el regreso de Cribbens será entonces otra muestra más de sus propios límites.

Luego está Tiberio Vargas, el gran terrateniente mexicano, dueño de su propio ejército de maleantes como suele suceder. Curiosamente entre sus lacayos hay un americano bruto y racista, y un mexicano educado en el mundo anglosajón, ambos igualados, trabajando para asegurar los mismos intereses. Este último, Esteban Romero, es uno de los personajes más ricos de la película de Hill, que actúa de comunicador, tratando constantemente de mostrar un porte inocente  y protocolar aunque perfectamente consciente de las implicancias de todo lo que pasa o podría pasar. De alguna manera en Romero hay un reverso de Borlund, ya que también opera bajo la sombra de otro, y de su forma de ver el mundo. Borlund le terminará perdonando la vida.


En las implicancias de todo esto hay una masacre inminente, todo lo que al principio era una cuestion de transacciones de dinero termina pasando hacia su versión más verdadera, porque Kidd se saca su máscara civilizada para desnudar sus intenciones reales. Que el negro muera, y que su mujer sea capturada y violada por la banda de Tiberio, como si fuera un accidente, y así Kidd conservaría su estatus y reputación. La amenaza final se vuelve perturbadora, pero el paso de Borlund por estas tierras ya hizo efecto por ese milagro que es su imposibilidad de ser condescenciente con los demás, ni con Poe, ni con Rachel. Así es como algunos héroes se forjan. Hasta Cribbens ayuda liquidando a Tiberio, aunque al final del día haya que saldar cuentas pendientes.

Max Borlund es un personaje extraordinario, completo hasta en sus fallas. En un mundo más feliz tendríamos, gracias a este, más westerns con Christoph Waltz teniendo misiones, llegando a lugares, armando comunidades. Para esto no hace falta tanta vuelta más que la simple voluntad de narrar este tipo de historias con una mirada atenta. Así lo demuestra Hill plano a plano.