martes, 30 de marzo de 2021

Introduction

Hong Sang-soo, 2021 (Publicada en A Sala Llena)

Minutos antes de asistir a la proyección al aire libre de Introduction de Hong Sang-soo me entero de un dato técnico totalmente inusual. El director decidió filmar la película en una resolución inferior a lo que conocemos como SD (que ya de por sí es mucho menos que el HD), está grabada en 640 pixeles de ancho por 360 de altura, una calidad que actualmente ya es muy inferior hasta para los teléfonos celulares. Para mí fue algo inesperado tener que concebir que mi regreso al cine, luego de más de un año sin asistir a una sala por la pandemia, fuera a ser con la proyección de un material en una resolución casi diez veces inferior a la de los DCPs a los que estamos acostumbrados. Al comienzo ya se nota el pixelado de los créditos y la sensación es similar a la que sentimos cuando nuestra conexión hogareña de internet se debilita y lo que vemos en las plataformas de streaming decrece automáticamente en calidad para no tener que detener la reproducción.

Esto es evidentemente una sensación desalentadora, donde nos obligamos a preguntarnos qué puede fundamentar la decisión, si es algo justificable, o si no se trata solo del capricho de un director que tiene varios, en el medio de otras obras más interesantes. Introduction sigue, a lo largo de tres capítulos, las peripecias del joven Youngho, primero en Corea con una visita al consultorio médico de su padre, luego en Alemania yendo a encontrarse con su novia, y por último nuevamente en Corea, en una reunión con su madre. En la primera escena le dice a su pareja que mientras lo espera se quede mirando videos en su teléfono… A su vez, las idas y vueltas de los personajes jóvenes se ven constantemente atravesadas por la mirada y ciertos intentos de control por parte de las generaciones más mayores, particularmente de sus madres. Introduction explora vínculos entre generaciones, donde su protagonista se vuelve un receptáculo en el que se depositan y chocan perspectivas.

El mundo de Hong está plagado de eminencias, casi siempre ligadas al arte. Siempre hay cineastas, avatares del propio Hong, en otros casos escritores o profesores. Junto a ellos suelen aparecer, a veces hasta ridiculizados, pequeños grupos de jóvenes discípulos, que caminan detrás, que los siguen a bares agradecidos por ser invitados, que fuman cuando ellos fuman, como imitando los tics de sus maestros. Esa relación siempre existió, aunque en Introduction se siente como si Hong pusiese el foco directamente ahí, y esto se mostrara como trunco o enfermo. Ahora tenemos la mención de una eminencia de la moda, la breve aparición del padre de Youngho que aparentemente es un médico importante, y la presencia de un actor famoso de teatro. Este último, borracho de soju, le da una fuerte reprimenda a Youngho, porque este cree que no es apto para seguir la carrera de actor, y no se anima a representar abrazos con otras mujeres a las que no ama como a su novia. Los abrazos, dice, sólo deberían ser reales, porque en ellos sucede algo que está mal falsear. Parece un capricho, o una sobresensibilidad que puede hasta causar risas, y termina desatando la ira en la eminencia actoral. Sea esto justo o no, parece haber un puente roto. Durante el film se discute mucho sobre el uso del lenguaje formal, sobre cómo corresponde hablar, en diversos encuentros entre jóvenes, adultos y mayores. Aparecen algunos protocolos, como en la particular forma que tienen que beber los jóvenes cuando están en presencia de mayores, pero todo termina en desencuentros, en sueños aislados de fantasías morbosas y almuerzos sin terminar.

Youngho es dueño de una vitalidad expresa, es un joven con impulsos y pasiones que lo llevan desde enamorarse de la secretaria de su padre hasta viajar a Alemania sin perspectiva alguna para pasar algo de tiempo con su novia. Para con ellas el abrazo es sentido, tal vez el resto sean tan solo las imágenes de un eterno deber ser, donde las eminencias que alguna vez funcionaron como mandatos de seguridad y prosperidad ahora también son mandatos de plenitud individual y artística, y ese territorio siempre va a estar lleno de subjetividades inciertas y discordantes.

Cerca del final, hay una escena que transcurre en la playa y que podría sintetizar mucho de lo que pasa en el film. Youngho y su amigo caminan cerca del mar, y notan que desde ahí se puede ver el hotel donde se queda su madre, luego la ven salir al balcón. Para ellos es muy difícil darse cuenta, por la distancia, si la mujer los está mirando. No saben si saludarla o no. Cuando vemos la imagen del balcón, filmada desde lejos, comprobamos que efectivamente es así, la imagen de la madre es difusa por más esfuerzos que hagamos. La calidad de la grabación no nos permite definir hacia dónde miran sus ojos, a duras penas podemos ver su expresión. Parece que todo se trata de una cuestión de distancias, emocionales y generacionales, pero que a su vez se trazan como distancias físicas y, por qué no, en una nueva resolución, paradójicamente reducida pese a su novedad. ¿Se trata de un lamento? ¿Es una precariedad irreversible? En otras de sus películas, como en The Day After (2017), Hong grabó la música con el micrófono de su celular y se escucha con una saturación notoria y hasta irritante. Cuesta pensar que algo de eso pueda dar buenos augurios, considerando que en este caso, Youngho solo parece tener un pequeño momento de libertad en una melancólica escena en la playa, metiéndose al mar a pesar del frio, mojándose el suéter, tropezándose, temblando, para luego ser acobijado por su mejor amigo.