Joe Dante, 1994
Se notan las virtudes de Dante apenas empieza este telefilm. Inicia con un típico montaje de archivo mientras pasan los créditos, aparentemente nostálgico. Imágenes de 1957, políticas, publicitarias y cinematográficas. Dante suma el plano de un niño siendo vacunado, como testigo de los avances científicos de la época, pero luego le yuxtapone esa misma imagen pero con un niño negro. Alterna entre ambas y arma una idea: si se acerca el fin de la segregación, la unión más visible o potable ocurre bajo el manto de la corporación farmacéutica. Como este hay montones de detalles y todos apuntan a esos recuerdos que parecen nostalgia pero no lo son. La película está protagonizada por tres chicas adolescentes y la segmentación más visible es la de clase. Parece que mientras más adinerada es la familia mayor es la conciliación con el liberalismo floreciente.
El cine tiene también un lugar importante. Runaway Daughters, la película de American International Pictures en la que esta se basa (y que se proyecta en el autocine local) es, para todo el mundo, basura. Pero si nos adentramos más sinceramente a la trama, quizás hasta tenga la clave sobre el supuesto secuestro que los padres y el detective quieren descifrar. Una clave que no se quiere ver. Dante aprovecha también para meter algunos homenajes secretos, incluyendo dos veces el logo de la empresa de Corman en los carteles de las gasolineras y almacenes.
Hay un punto donde la película parece ingenua. Cuando las chicas se encuentran con los cazadores y la policía los mata ellas sienten el peso de las consecuencias de sus actos y se llenan de culpa. Una escena después el diario confirma que los tipos eran asesinos de perros. Un alivio. El segundo alivio está en el cierre, porque la chica no estaba realmente embarazada. Es decir, existe una restitución ad hoc de las cosas. ¿Son salidas fáciles o es una alusión a esas mismas sensaciones que provee el cine cuando todo se ordena? Como esas reflexiones de John Goodman en Matinee sobre los mamuts dibujados en las cavernas, y que transcurre unos pocos años después. Es un cierre de conflicto y la posibilidad de estar a salvo para salir de la sala. Es como si Dante no quisiera abandonar la consciencia de que en el fondo es una película, una de esas que se ven en los carteles del autocine y a las que le él prestaba atención cuando nadie más lo hacía.