Takashi Yamazaki, 2023
Se seguirá reiterando, pasen los años que pasen, que la disyuntiva principal de la narrativa japonesa es un solo conflicto: dar o no dar la vida.
Aunque Godzilla sea frecuentemente asociada a las consecuencias del desastre atómico (en varias de sus múltiples versiones), en Minus One los hongos de Hiroshima y Nagasaki son elipsados del racconto histórico inicial. El drama gira en torno al final de la guerra y los primeros años de reconstrucción. No se trata del desastre sino del deshonor: haberse preparado para morir por la patria y no haberlo hecho, es decir, la terrible vergüenza de haber huido de la muerte en la tierra del Hagakure.
Por eso la lucha es, para su protagonista ex-kamikaze (preso de su acto de cobardía), una continuidad de la guerra por otros medios. Godzilla primero amenaza con acercarse en el océano y comprometerse es ponerse en peligro con el objetivo de alejarlo. Luego la amenaza es su llegada a Ginza, aquel barrio cercano al puerto de Tokio que experimentó los primeros signos de lo después se llamó "milagro económico".
No es casual que se trate de Ginza, porque es la parte de la ciudad que actualmente está completamente decorada con los carteles de las marcas norteamericanas y europeas más caras, y donde habitan los beneficiarios de aquella total entrega en la posguerra.
Minus One explora con crueldad visual esos años de vida saliendo de los escombros y de disolución nacional, con mercados callejeros atiborrados e indignos similares a los que recorrían esos primeros yakuzas que retrató Fukasaku, con las estructuras familiares totalmente pulverizadas (más tarde habrá, tal vez, otra posible familia salida de las cenizas), con el ejército desmantelado (luego llegaría la renuncia del Emperador a su cualidad divina), y con la reconversión de la población japonesa a meros oficinistas, hombres y mujeres sin distinción en su calidad de asalariados.
La sombra de la muerte honorable pesa porque el mundo ahora es otro, y su expresión final terminaría siendo en este caso Godzilla, esa manifestación sagrada que parece no olvidar ni dejar ir a aquellos que tuvieron miedo y que ahora no pueden más que sentirse egoístas. Sin embargo aparece una suerte de inversión y el propio clímax de la película encuentra la forma de convertir lo que antes fue una muerte honorable en una forma épica de supervivencia. No es necesariamente una adaptación a los tiempos, los pecados siguen existiendo y tal vez, en el fondo, Minus One sea también una película sobre el perdón, como si aquellas almas que temieron y tal vez huyeron, pudieran también ser parte de esa gran épica nacional que, cada tanto, los japoneses intentan reconstruir a través del cine.
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