martes, 1 de marzo de 2016

Queremos creer

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Para BSO (Banda Sonora Original)
Sobre la última temporada de The X-Files (2016)

El regreso de la ya clásica serie de FOX, con los míticos agentes del FBI Fox Mulder y Dana Scully se da un terreno que definitivamente cambió. La ficción televisiva norteamericana es ahora, como muchos afirman, un producto que alcanza "altos estándares de calidad". Los modos de producción pasaron, en casi dos décadas, a concebir la idea de "temporada" como una cosa acotada, diseñada y pensada para poner en el principal lugar a la construcción narrativa. Al menos esa es la apariencia que se genera si comparamos series actuales como Breaking Bad o Mad men con las temporadas de 25 capítulos de una hora que tenían series como The X-Files en la década del 90.

Los seis capitulos que conformaron esta nueva corta temporada no se acomodaron a estos nuevos términos, y terminaron siendo, para la sorpresa de algunos, y para el regocijo de otros, simplemente una resurrección de los personajes de Mulder y Scully. Más que una narración se trató de un evento, en el que las linternas de miles de watts volvieron a encenderse para formar una equis. Las últimas dos temporadas de la serie original no habían contado con la pareja trabajando junta, y lo que sus creadores entendieron era que el triunfo de la serie sólo era posible si podía volver a imponerse la dupla. En esa dupla de personajes está todo. Mulder con su pasión y su capacidad para asimilar lo fantástico, Scully con su escepticismo científico en tensión con su catolicismo, y entre los dos, la historia de amor más intensamente no-declarada de la historia.

Esos seis capítulos además de un ser replanteo de la conspiración global, o de ser una revisita a los famosos "monstruos de la semana" de la serie, o de un extraño giro abrupto hacia la epidemia apocaliptica, fueron en realidad el regreso de los personajes, y la demostración de que están intactos, como el relato y la forma de ver el mundo que con ellos es cargada.

El primer capítulo se encargó de actualizar. La conspiración sigue existiendo con una diferencia, su peor parte es la parte humana, y se abren todas las bases para la reapertura de los expedientes en las oficinas del FBI. Aunque la presencia del Hombre Que Fuma ya sea inverosímil, su regreso contiene toda la carga simbólica del plan maligno. El personaje de William B. Davis trae consigo la forma de ese fumar, y ese humo que se exhala respira conspiración. Ese regreso, contra toda regla del sentido común, debemos verlo como necesario. Porque de alguna manera, entrar en código con esta nueva temporada, es aprender a abandonar ciertas lógicas del sentido común, como sucede en el tercer episodio, en el que Mulder y Scully se enfrentan a uno de los clásicos monstruos. Ahí ya no hay ningún engaño, ese episodio es el episodio más gratuito (y autorreferencial) de la historia de la serie, conteniendo uno de los mejores monólogos humorísticos de Mulder. Esa gratuidad de los elementos casi fetichistas pasa de Mulder en la tumba del productor Kim Manners con un ringtone de X Files hasta una escena de sexo de Scully (con la nueva faceta sexópata de Gillian Anderson) que hasta el propio Mulder interpreta como inverosímil dentro de la propia ficción.

Después de todo, se trata de ese reencuentro, el regreso por sobre todo lo demás, y desde ahí, lo que necesariamente tenga que desprenderse. El cuarto capítulo ataca de entrada a las políticas liberales, a modo de "monstruo de la semana" pero al estilo George A. Romero. La actualidad política referenciada aparece casi literalmente en forma de cartel en la primera imagen que se nos muestra, una síntesis de la política imperante frente a la pobreza: "usted es responsable de ser pobre". El ejercicio de la narración fantástica le hace justicia, desde los símbolos, al avance de la parte tapada de las supuestas políticas de "pobreza cero". Mulder y Scully, en el recorrido de cada capítulo, siguen nutriéndose como personajes, y nutriéndose de nuestro mundo actual. Con el correr de los años y un 9-11 ya casi digerido, el quinto episodio hace una lectura por momentos ingenua del terrorismo islámico, pero sin dejar de entender que, en esta serie, no puede ser separado del constante y recurrente problema de fe de sus personajes. Se trata de un ejercicio de actualización, con los personajes de nuevo en el mapa (político, cultural, social y tecnológico). Aun así, si tuvieran que desaparecer, si no llegasen a terminar de pasar esta extraña prueba de juventud eterna, se encargan de ir dejando semillas en esa pareja de jóvenes agentes que comienzan a acompañarlos... Los veteranos espectadores de la serie podemos permitirnos verlos como idiotas. Pero tengamos cuidado, dejémosles prestar atención a las lecciones magistrales de cómo ser Mulder y Scully que les dan los propios Mulder y Scully, porque el final, en el capítulo 6, siendo uno de los finales más cruelmente abiertos de la historia, todavía puede conducirse, peligrosamente, hacia cualquier cosa...

Mulder y Scully ya caminan entre nosotros de nuevo, su aura ya está desplegado. Sabemos por el "anterior final" de la serie, que las ideas apocalípticas son una solución tentadora y fácil para encontrarle sentido, dirección, o final a la serie. El panorama ahora, parece conducir hacia allí. Queda definir entonces si volvieron para quedarse o para cerrar el mito. Quedarse presupone un peligro: un envejecimiento inevitable y una falta de decisionismo (un fin del mundo "amagado"). Cerrar el mito presupone, por el contrario, un desafío: ¿qué lugar tomarán los agentes ahora que la pura verdad de la conspiración está en sus consciencias?

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