lunes, 17 de julio de 2017

George A. Romero (1940-2017)

georgearomero

Hoy el cine de terror es mayoritariamente hecho por directores que no conocen el género porque no temen. Tal vez puedan asustarse, pero es claro que no son capaces de sentir el temor de una implicancia. ¿Qué es la implicancia? Es lo que puede venir, lo que puede pasar, pero a una escala mayor que lo inmediato. No es lo que está atrás de la puerta (y la discusión sofisticada de si es bueno mostrarlo o no mostrarlo con la cámara), sino lo que implica eso en ese mundo (que en lugar de sofisticado es importante). Todos podemos asustarnos con lo que hay detrás de la puerta, pero tememos en serio cuando además sentimos lo que implica. Para hacer terror hay que poder creer en esos mundos, tanto en sus lógicas como en sus posibles elementos fantásticos. Hay que querer a los personajes, acompañarlos, calentarnos con ellos. Si el cine de terror que tenemos ahora es frio es porque esos directores que no temen tampoco aman ni acompañan. Ellos creen que el género debe ser más "respetado" pero sin contemplar, nuevamente, la implicancia. Respetado dónde y por quién. A quién quitárselo, a quién dárselo. Quizás no les interese entender que el género de terror jamás pidió alguna de esas cosas y, justamente por eso, a pesar de sus momentos de crisis es el género más vivo y el que nunca va a morir.

Pero el viraje ahora es claro, y el que tenemos ahora es un cine que tiene dos variantes combinándose, una estética y una política.

1) En tiempos donde las posibilidades de simulación son cada vez más indiscernibles, estéticamente siempre puede pretenderse algo más. Lo que podemos imaginar en lo inmediatamente visible parece infinito, entonces la avidez de imágenes novedosas crea nuevas estéticas que nos empujan adentro de la pantalla. Si los zombies ahora corren obtenemos un nuevo de efecto de realismo de lo inmediato que atrae, pero a costa de sacrificar la importancia de la implicancia. Los zombies de Romero sólo caminaban, por momentos son fáciles de esquivar, pero sabemos que en su multiplicación está el fin de todo lo que conocemos. Ahi hay entonces un problema de jerarquías. ¿Qué es lo que importa cuando vemos una película de terror y "habitamos" aquel mundo?

2) En la variante aburguesada que tenemos ahora (las de los posters escritos con tipografías de menú de cafetería) la política es la antipolítica disfrazada de mensaje. Es una nueva forma de estetización de la política donde lo que importa no es lo que el Mal es, sino lo que el Mal hace. Su verbo. "Te sigue", "Viene de noche", "Te desordena los libros", "Te chupa la pija", lo que pindonga sea, es decir: mi película funciona así, así es como yo despliego mis recursos para contarla, estos recursos se hacen por ende visibles, por ende hay un autor detrás, que quiere exponer estos temas importantes con estos recursos. Preguntarse acerca de qué es lo que aparece o amenaza, es algo para la plebe que va al cine para ver historias, y acá no tiene cabida. En sus jerarquías los recursos formales son todo, y ahí es donde creen ver la política, en el juego linguístico que sostiene al mundo. Pero como esos mundos no van en ningún sentido, no podemos ni involucrarnos ni temer, ni por él ni por los personajes que lo habitan. La única política que hay ahi es una clara lucha de clases.

Las películas de terror de la generación de estos cineastas que inevitablemente se nos están muriendo (hace 2 años también perdimos a Craven) tenían todo su eje central en las implicancias, por eso asustaron tanto a tantas generaciones. Ningún ser detrás de cualquier puerta o debajo de cualquier cama es verdaderamente aterrador si no hay algo más atrás. Eso que había más atrás era la verdadera política, era mover la película, llevarla a un lugar, creyendo en ella, creyendo su historia. Estamos atravesando el fin de esa forma de hacer terror. Los directores ahora creen que llegan al terror para enseñarle al género cómo ser bueno y se equivocan. Estos burgueses sofisticados que gobiernan el cine vienen conquistándolo gracias a la miopía de un mundo que se está olvidando de ver las implicancias de las cosas.

Con la partida de Romero, Craven y los que vamos a seguir perdiendo, estamos perdiendo no sólo una forma de entender el cine sino también una forma de entender la política. Deberíamos tenerle también miedo a eso.

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