Bong Soo Ko, 2020 (Publicada en A Sala Llena)
La 22ª edición del festival surcoreano de la ciudad de Jeonju, que tiene sus funciones tanto online como presenciales, cuenta con una cuota de novedad y es que una buena parte de las películas de su programación ya están contemplando a la crisis del COVID-19 dentro de la ficción. En el oeste se nos habla de la excepcionalidad de los países asiáticos en materia de controles eficaces contra la pandemia, tal vez ellos sean los primeros en mostrarse capaces de adaptarse (o soportar) eso que algunos llaman “nueva normalidad”. Si esta implica aceptar a personajes con el rostro tapado por barbijos durante toda una película esto se evidenciaría en este festival, que además de tener varias películas que transcurren durante la pandemia en el panorama y la competencia, cuenta también con una sección específica dedicada al tema.
El cine pandémico puede tener tres variantes. La primera son producciones que intentan sobrellevarse con estricto control para sostener un universo ficcional libre de protocolos (y exento de virus). Son el último bastión de resistencia a someterse, al menos culturalmente, a la normalización. Para este cine el virus se puede derrotar y será cosa del pasado. No representa al virus, no parece querer darle entidad. El virus es un enemigo que no la merece, como si eludirlo fuera una cuestión de fe. El riesgo es caer en el negacionismo, pero eso dependerá de lo que suceda en los próximos meses, o quién sabe, años.
La segunda variante son producciones “en cuarentena” de menor envergadura, con todos los recursos volcados en poder esquivar la situación y, al menos, filmar algo pequeño pero inevitablemente destinado a los mundos privados. Es un cine más resignado, que entrega su voluntad de poder para conservar la expresión individual. Al ver películas así concebidas, algo que más que nada puede encontrarse en producciones independientes o estudiantiles, uno puede sentir palpable el hecho de que estamos cada vez más solos.
La tercera es quizás un lugar intermedio, y son producciones tal vez un poco más ambiciosas que en el caso anterior, pero donde los controles y protocolos también pueden pasar al territorio de la ficción, en un mundo parecido al nuestro, donde el virus existe, y donde parece que lo único que le queda a la ficción es contar historias que giren alrededor de él. Es el caso de The Rain Comes Soon, una comedia que además de suceder en el mundo pandémico también sucede en un cine, siendo la historia de un director en la primera pre-proyección de su película.
Su primer juego consiste en aprovechar las condiciones de las salas de proyección reabiertas, donde por ejemplo no puede encenderse el aire acondicionado. La proyección de la película dentro de la película transcurre en un día extremadamente húmedo y caluroso, que de coincidir con el clima de sus espectadores daría la situación más ideal de proyección: rica en un sentido mimético, pero físicamente insoportable, haciendo de esto su comedia. Se trata de una película aparentemente independiente, hecha con pocos recursos, pocos actores y grandes aspiraciones.
Todo lo que en The Rain Comes Soon se presenta inicialmente como una serie de sketches disparatados, de diálogos ridículamente agresivos o simples gags sobre los protocolos del virus con los que es muy fácil identificarse, termina convirtiéndose en el gérmen de una situación amarga. En aquel cine no hay, y tal vez en ningún otro haya, buenos augurios. La sensación es confusa: no terminamos de entender si la película ha sido buena o mala, tan solo que se vincula directamente las aspiraciones de su personaje principal, una chica que quiere ser bailarina. Por fuera de la pantalla está uno de los actores, viviendo un día de puras derrotas que culmina con la proyección, donde se entera de que fue recortado de todas las escenas en las que creía estar encuadrado. A la proyección no va nadie, solo personas íntimamente cercanas al proyecto, y la experiencia es dura, hace calor, todos transpiran, nadie consigue la gaseosa que quiere, ni que enciendan el aire.
La película proyectada es una pequeña experiencia tan desagradable como fugaz, y parece formar parte de un ciclo mayor de equívocos. ¿Es este equívoco el destino del cine y sus salas? ¿O existe tal vez una fuerza mayor, esperando a regresar y recuperarse? El pobre actor que fue borrado de las escenas, quiere algún día ser protagonista y también boxeador. Parece que sólo puede hacer eso, desear cosas, querer algo más de lo poco que tiene. A este muchacho la pandemia le pega así, donde lo que era precario se precariza aún más. The Rain Comes Soon, con ese título que parece prometer un futuro alivio de frescura ante el olor a transpiración imaginario que nos hace sentir, puede permitirse cerrar en la melancolía. La comedia de lo ridículo sería, en tal caso, un recurso de supervivencia.
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