(Ruggero Deodato, 2016)
Esta película es insólita. Sería extremadamente fácil atacarle sus deficiencias tanto estéticas como de ejecución general y me niego rotundamente a hacerlo. Esas cosas están ahí, sin embargo me encontré toda la película pensando, tratando de dilucidar no sólo cómo funciona la cabeza de Deodato, sino también cuál fue el destino de ese cine que hace más de 40 años era la explotación italiana. Deodato parece no haberse ido nunca de ese lugar, y el resultado es estética visual contemporánea organizada desde la mirada violenta y anárquica de un director de los 70's, que parece seguir entendiendo las dimensiones humanas de crueldad de la misma manera que antes, aunque eso implique ahora construir personajes inentendibles desde la lógica, inentendibles desde la actuación, pero sin dudas entes actantes de maldad extrema sin justificativos ni precedentes.
Todo en Ballad in Blood parece gratuito y arbitrario, desde los alaridos de uno de los protagonistas cada vez que pasa algo, hasta la chica que está en tetas cada vez que es narrativamente posible. Por supuesto que todo está teñido de un antecedente terrible, en este caso de una supuesta fiesta macabra, celebrada en una antigua construcción italiana que parece emular un descenso al infierno, donde naturalmente todo joven o adolescente es un ser diabólico capaz de las mayores crueldades. Estas personas se disfrazan con máscaras de terror y cometen actos barbáricos como parte de la joda juvenil, y la trama pasa a ser una especie de "qué pasó ayer", con el cadáver de otra chica en tetas en la casa. Como sucede en Deodato (eso está intacto) sabremos "quiénes son los verdaderos caníbales", pero no es lo mismo, aunque suene durante todo el metraje una excelente banda sonora original de Claudio Simonetti (Goblin).
La época de apogeo del cine de explotación fue un episodio extraño de la historia del cine, donde se dieron condiciones tanto estéticas como históricas que hicieron posible establecer ciertos verosímiles, ciertas bases y pactos con el espectador que ahora ya no son siquiera imaginables, y que ahora quedaron en un mar de pura estética referencial agotada. Ballad in Blood es una cosa totalmente fallida, pero tal vez la perseverancia de Deodato en seguir siendo ese tipo de cineasta (incapaz de convertirse en un celebrador formal sin mirada) sea lo que la vuelve un documento extraño, un desastre estético desactualizado pero repleto de la intencionalidad cinematográfica del director de la extraordinaria The House on the Edge of the Park.
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