M. Night Shyamalan, 2024
A veces un mínimo detalle, como puede ser una sutil inclinación en la actuación, puede revelar, sensiblemente, a un sistema mayor. Cuando el padre habla con su hija durante las primeras escenas no es otra cosa que un buen padre, es imposible que no lo sea, goza de la inocencia inicial de quien tal vez será héroe y nos incorpora como testigos a lo que podrían ser posibles pensamientos y preocupaciones suyas: que hay muchos años de distancia entre su edad y la de su hija, que el mundo cambió, que tal vez los shows de pop no se parecen en nada a las sueños de su propia juventud, pero que hay que hacer un esfuerzo, porque detrás de todo está el amor y su entrega.
Cuando el director rápidamente decide mostrarnos que el padre es un psicópata, para luego iniciar su complicado proceso de identificación y suspense, su mayor logro será palpable por nosotros quizás en otro lado. Racionalmente, el sistema que imaginábamos acaba de caer para volverse perverso, pero aparece entonces, además, esa sutil inclinación de la actuación del padre. Es mínimo, no exagera de más sus comentarios tras la máscara para con su hija, simplemente sube apenas el tono, imposta el habla solo una vez, y ahí como espectadores no sólo lo sabemos falso sino que lo sentimos falso. Ese sentimiento es un horror, quizás por mostrar lo impenetrable de la máscara, y nuestra propia permeabilidad al alcance de sus objetivos. El hombre había actuado demasiado bien. Es un horror por lo tremendamente fácil que parece ser un buen padre, otro lugar donde pueden colarse las peores cosas.
A partir de ahora ser un buen padre es una pesadilla, no hay orden alguno, y si bien el juego de la bomba hitchcockiana bajo la mesa hace su efecto durante toda la secuencia del recital, seguiremos viendo cómo se desarma espiritualmente cada una de las excusas retóricas paternales del asesino.
Hacia el climax parece dejar de ser una película de padres para ser una madres. Yo no tengo dudas de que la señora detective tiene hijos. Está claro que es una doble de la imagen fantasmal de la madre del asesino, pero independientemente de eso, está también claro, en un plano más intuitivo, que esa señora sabe cómo ponerle límites a un chico. Sin embargo el lado más intrigante está en la otra, la esposa del asesino y madre de sus hijos, con un carácter que parece haber sido desarrollado a imagen y semejanza de la eterna máscara del marido. La vida puede organizarse fácilmente alrededor de la mentira, porque como vimos en esta trama, la mentira evoluciona, se hace más compleja, adquiere nuevas habilidades y herramientas. Se vuelve tan plena como esas imágenes de inteligencia artificial que son cada día más perturbadoras y avanzadas. Si no miramos bien, hasta nuestra propia familia podrá tener pilares en una mentira.
El chiste final me hizo estallar en carcajadas, porque el despiste también ha evolucionado. Como espectadores necesitamos ser un poco boludeados, lo tenemos merecido, ser igualados al tipo en el sillón en una escena que nos explica con la mayor de las literalidades que caímos en la trampita del mal. Acompañar es fácil.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario