jueves, 12 de diciembre de 2013

Silent Night, Deadly Night

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Por Lucas Granero y Mariano Morita
Sobre Silent Night, Deadly Night (Charles E. Sellier Jr., 1984) | Para GrupoKane

Como en todo slasher prototípico, en Silent Night Deadly Night (donde es ahora Papá Noel quien penetra a cuchillazos a desinhibidos adolescentes en esta correspondiente efeméride que es la noche navideña) nos encontramos con una advertencia, perpetrada siempre por un personaje sucio y arrugado, preferentemente lisiado en algún sentido, marginado y por ende siniestro y maligno. Para el anónimo director de esta inverosímil y desbordada montaña de diversión -que fue censurada en su estreno en respuesta a las hordas de madres enojadas-, sólo se necesita de un pequeño pero contundente enganche para el espectador: la Navidad es la fiesta de la gente que se porta bien, que fue buena todo el año, y que por ende se premia a sí misma con altas dosis de consumo. La inocente mirada de un niño se ve repentinamente subvertida por los violentos consejos de su abuelo, quien rompe con su disimulado mutismo para arruinar por completo su espíritu navideño.

¿Has sido bueno todo el año?, pregunta el abuelo al chico que lo mira sin saber qué contestar. En su desvirtuada concepción navideña, Papá Noel no es aquel quien bendice con regalos a los niños buenos, sino el que castiga a aquellos que se han portado mal, o de forma sucia. Y sólo se necesita entender esa violencia, tan simple como represora, para dejar pasar la enorme inverosimilitud que se plantea en una escena como esta (y en toda la película), donde todos los personajes renuncian a su integridad como figura y fondo para simplemente cumplir la regla de género. Como si los padres del pobre chico se pusieran de acuerdo y dijeran: Dejemos a nuestro hijo a solas con su abuelo moribundo y feo, tal vez tenga una interesante lección para darle. Más retorcido aún es lo que sucede cuando regresan, el padre recupera su humanidad como personaje manifestando su tristeza (y algo de culpa) al volver a dejar sólo a su padre enfermo. Ese intento repentino de realismo en la seriedad de sus palabras da cuenta de la ciclotimia de esta película. Cualquier tipo de convención sobre la integridad del universo narrado se deja de lado un par de veces cada cinco minutos, como si el realizador supiera que esta navegando un río ya conocido por todos. Es el propio género slasher el que en 1984 se está agotando y volviéndose una parodia de sí mismo. No hay que olvidar que se trata del mismo año de estreno de A Nightmare on Elm Street (Wes Craven), película que le traza una vuelta cínica a los fetiches del género (además de ser en sí misma una obra maestra absoluta).

Para el caso de Silent Night Deadly Night, hablar de autoconciencia puede ser una exageración y algo bastante improbable. Lo que sí podemos saber es que se trata de una singular película fechada, testigo de los desbordes y represiones de la era Reagan. Y no sólo eso, es también una película que no fue tolerada. Y es esa condición de fetiche fechado (que suena a trabalenguas) lo que la vuelve una interesante alternativa a tantos intentos de dominio virtuoso. Es una pura inmersión en el acartonado mundo del terror más sucio y descarado.

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