martes, 28 de abril de 2015

It Follows

it follows film still

Sobre It Follows (David Robert Mitchell, 2014) | Para Las Pistas

Podemos ya empezar a confirmar una tendencia que viene marcándose desde hace un par de años: el cine de terror se está tecnificando. It Follows es otro eslabón de esa cadena de montaje cada vez más elogiada por una crítica que se finalizó a sí misma como producto hace ya tiempo. Ya en The Cabin in the Woods (Drew Goddard, 2012) se podía sentir un descreimiento cínico que no aparecía desde la oleada de los tardíos años noventa que serializó (y por ende debilitó en potencia) a Scream (Wes Craven, 1996). Más adelante, The Conjuring (James Wan, 2013) y The Babadook (Jennifer Kent, 2014) propusieron lo contrario pero alegorizando y estructurando mensajes prefabricados que se suponía que debíamos interpretar para aspirar a una supuesta lucidez sociológica que en realidad esconde torpeza contenidista. Ahora, la llegada de It Follows nos acerca cada vez más a un abominable producto terminado de la cadena: la simulación nostálgica perfecta del cine de los 70’s, el formalismo estetizante (apto para festivales) de piruetas de cámara y la ausencia de una implicancia fantástica que supere el mero juego de reglas y sentencias de muerte.

Todos estos doctores simil Frankenstein depositan en sus creaciones -que primero son mentales y luego se construyen con las manos- pedazos de estructuras, restos y conexiones donde no las había. Justo será entonces diseccionar a este monstruo por lo que sus partes nos dicen del creador.

Sus manos, como las de su doctor, son para operar, orquestar y construir. La izquierda le aporta a la derecha con un tono, y ese tono está encapsulado en una época, como una burbuja de cristal llena de mercancías adentro. Ya no habla del presente, porque a su criterio el presente no goza de atractivo estético. El refugio en lo retrospectivo (particularmente en la estética de los años 70) no sólo entierra a los clásicos y les anula su poder, sino que también olvida la posibilidad del Mal en el tiempo que nos es propio. Su aporte es contenidista, a la mano derecha, que es la mano formalista. Nos referimos aquí entonces puntualmente a un monstruo diestro, que evoca el otoño de Carpenter por su color, no por su melancolía, y que recorre el espacio de representación laberíntico por deporte, y no para buscar una salida.

Continuar la disección para llegar a la cabeza es acercarse al costado más siniestro, porque es ahí donde está la idea. En It Follows, la potencia del cine de devolver al mundo su imagen en términos fantásticos se disuelve en mecanismos cerebrales de relojería. Aquellos términos se vuelven reglas de una física groseramente positivista, de forma tal que lo que nos podemos atrever a creer como presencia indiscutible se vuelve discutible y verificable cuando, por ejemplo, se le arroja un objeto (como en la película le arrojan una silla a uno de los seres) y se demuestra, casi científicamente, su corporeidad innecesariamente verosímil. Se trata entonces de una película fantástica que reniega de su propia tradición, y que peor aún, construye su aparente virtud en aquel corrimiento, siendo así parte del ya habitual elogio de la novedad por la novedad misma, y que no es otra cosa que cinismo liberal en estado cada vez más puro.

Que creaciones como estas caminen entre nosotros con naturalidad debería el ser motivo de un verdadero cine de terror del presente que está cada vez más enterrado, cada vez más abajo en la tierra, cada vez más corrido, deformado, explotado y desterrado. Pero es por esos mismos motivos que crece y espera levantarse. La cara que nos devuelva, esperamos, será algo verdaderamente aterrador.

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