domingo, 20 de septiembre de 2015
Mermaids
Sobre Mermaids (Richard Benjamin, 1990)
En Vertigo, la escena final del campanario terminaba de ajustar todas las dimensiones que se daban entre la relación Scottie/Judy/Madelaine. En ese momento contemplamos necesariamente la posibilidad de lo fantasmagórico, entendemos la dualidad a la que Judy se somete primero contractualmente, y luego voluntariamente, y al tener un límite tan difuso entre ese ser y esa apariencia que era Madelaine la película concluye con una fatalidad. La caída de Kim Novak se ve como algo inevitable, más aún si la pensamos en términos de transferencia de culpabilidad.
En una película muy posterior, Mermaids (Richard Benjamin, 1990), el campanario como elemento de climax reaparece. Si bien no escatima en referencia formal y plástica, las dos escenas que allí transcurren conservan el concepto sin adornos, con el plus de una puesta en reflexión, como dijimos, a posteriori.
Ese después refiere a que lo que en tiempos de Vertigo es tragedia, en Mermaids se trata de algo que se atraviesa, se sobrevive y se vuelve parte del personaje interpretado por Winona Ryder (Charlotte). En otras palabras, la tragedia se vuelve parte de aquello que Charlotte trae consigo. El campanario aparece en dos momentos vinculados a la muerte, la primera es la muerte del presidente Kennedy (estamos en 1963), y la segunda el ahogamiento del personaje de Christina Ricci (Kate). En una podemos encontrar la pérdida del vínculo con el padre, en otra la iniciación en la sexualidad. Este despliegue no tendría sentido si no se tratara del personaje en cuestión: todo lo que vemos en Mermaids, conducido constantemente desde la puesta, es un desplazamiento en 3 personajes de una misma idea de mujer. Así como el cuerpo de Judy podía ser avatar de Madelaine y de una posible sintesis no realizada, en Mermaids, por el contrario, el cuerpo se subdivide en 3, siendo 3 edades de una misma mujer: la niña, la adolescente que vive su pubertad con culpa, y la madre (Cher) ya devenida en una figura de mujer liberal.
La primera visita al campanario, luego de la muerte del presidente, retoma la culpa. Charlotte no puede resistir la mirada de las figuras bíblicas mientras besa a su enamorado. Ahí es donde se produce la primera diferencia fundamental con Vertigo, en lugar de caer, Charlotte escapa bajando las escaleras y el campanario queda como un espacio latente. La vuelta al campanario ya es entonces autoconsciente: Charlotte regresa vestida con las ropas de su madre a enfrentar aquella iniciación, de espaldas a los santos, al mismo tiempo que abandonando a su hermana menor, cuyo ahogamiento determina a la escena como el transcurso de otra fatalidad. Kate no muere efectivamente, pero sí lo hace simbólicamente.
De esta manera el puente entre las tres mujeres puede cruzarse igual que el que se forma entre las dos películas. Mermaids propone, desde Charlotte, una lectura no excenta de aprendizaje del clásico. Las tres mujeres que bailan en la cocina al final de la película se vuelven tres ideas que pueden invocar todas las Judys y Madelaines de todo el cine.
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