8 jul 2019

Los leales 47 Ronin

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Genroku Chûshingura (Kenji Mizoguchi, 1941)

La vía del Samurái exige, entre otras cosas, que se esté siempre dispuesto a someter a prueba la firmeza de su resolución. Noche y día, el Samurái debe seccionar sus pensamientos y preparar una línea de acción. Según las circunstancias puede ganar o perder. Pero evitar el deshonor es un hecho distinto de la victoria o de la derrota; para evitar el deshonor tal vez le será necesario morir.
- HAGAKURE. El código secreto del Samurái. Yamamoto Tsunetomo

Como film de propaganda para la Segunda Guerra Mundial, Los leales 47 Ronin es  inusual. Donde uno puede esperar una glorificación de las batallas, lo que se nos presenta es una película de cuatro horas de duración donde todo lo que es acción queda afuera. Dos hechos centrales están fuera de campo: el seppuku del señor Asano, y la posterior venganza de sus cuarenta y siete seguidores, donde la cabeza del señor Kira es cortada.

El conflicto es simple narrativamente, pero este se encuentra explayado en una dimensión distinta a la de sus causas y consecuencias. En 1701, durante el Shogunato Tokugawa, el señor Asano comete el error de desenfundar su espada y atacar al señor Kira en un territorio oficial donde el protocolo lo prohíbe. Por esto es sentenciado a practicarse el seppuku (quitarse la vida) y se le confiscan las propiedades, mientras que Kira no recibe castigo alguno. Para los discípulos de Asano esto es un ultraje, es claro que el Shogunato tiene una preferencia por Kira y que, además, fue una provocación. Quien queda al mando, el consejero Keranosuke Oishi, sabe que una eventual venganza es inminente. Con los seguidores a la expectativa, Oishi intenta negociar la reapertura de la casa Asano bajo otro mando mientras, secretamente, desea la venganza. Es una contradicción, pero se expresa una dualidad fundamental de la película respecto de las autoridades: el Shogunato, o el honor de los maestros. Cuando la solicitud es rechazada, la venganza tiene vía libre a ojos de todos, pero al mismo tiempo representa un crimen.

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La leyenda de los Ronin transcurre casi en los mismos años en los que Yamamoto Tsunetomo dicta el Hagakure, y la moral Samurái ya se encuentra en decadencia. En varios pasajes del libro se hace referencia a los antiguos Samurái como a un tipo de casta ya casi perdida. Esta tradición se terminaría definitivamente en el cierre del período Edo, más de un siglo después, con el advenimiento de la modernidad. La vinculación es necesaria, y más tratándose de un film de propaganda. Los samurái de Mizoguchi lamentan la progresiva pérdida del honor guerrero, y los cuarenta y siete guerreros de Oishi serán entonces el símbolo que lo encarna.

Sin embargo, Mizoguchi no se atiene a construir motivos para pelear, ni a mostrar las maneras de entrar en batalla. La película, que en apariencia es puramente protocolar, se centra en todos los fundamentos simbólicos que llevan a los conflictos. No es tanto la acción sino la determinación lo que cuenta, siendo esto todo lo que rodea a la toma de decisiones. El recorrido es largo, pero ante todas las acciones posibles, Oishi va comandando en un camino de honor. Es entonces llamativo cómo lo que se presenta es un relato trágico, donde ser digno de los maestros no necesariamente nos reconcilia con la ley. La venganza termina llevándose a cabo de la forma más honorable posible y se sabe que todos los que se han enterado de la noticia ven al hecho como necesario. Pero el despliegue del film no se termina ahí, ya que los ronin esperan consecuentemente una sentencia por esto que fue un crimen. El camino del honor continúa, y los guerreros conocen ya su destino. No sólo fue necesaria la colocación de la cabeza de Kira en la tumba de Asano. La máxima glorificación será el seppuku, cuya sentencia recibirán agradecidos.

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Todo el epílogo de la película es símbolo puro. Con el conflicto terminado, asistimos a la previa de la ceremonia del seppuku. Los guerreros se deleitan con un espectáculo de variedades, mostrando cada uno sus habilidades en la danza. Parece un festejo. También reciben atenciones de todo el pueblo y en un momento la música interpretada por uno de ellos añade la nota amarga. La muerte es una forma de honor sin dejar de ser fatalidad. A su vez, los guerreros logran desplegar el propio sacrificio y heroísmo. La mujer de uno de ellos intenta infiltrarse al castillo para encontrarlo previo a  su muerte. Ella fue abandonada por él en el día de su boda, siendo este el día del asalto a la casa de Kira. El guerrero la abandonó para cumplir con su maestro, y ella necesita saber si la ama o no. Oishi quiebra el protocolo y le permite verlo. Allí sale a la luz una terrible verdad: lo que fue un engaño se convierte en verdad al ser compensado con la muerte. La mujer, que se había disfrazado de hombre para engañar a todos y poder entrar, termina suicidándose.

La ceremonia del seppuku también quedará fuera de campo. Tan solo escucharemos los anuncios de cada uno, hasta el momento en el que se lo llama a Oishi, y este se levanta para enfrentar su destino con la frente en alto. La secuencia es emocionante, porque Los leales 47 Ronin dejó hace rato de ser un film de propaganda para convertirse, gracias a la determinación de Mizoguchi, en la búsqueda de todos los fundamentos que hacen a la moral de un guerrero. Sería imposible ambientar un relato así en la modernidad. La búsqueda es hacia atrás, encontrando en lo perdido aquello que tal vez sea posible mantener.

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