jueves, 27 de agosto de 2020

Diario de películas (7)

Nasha Natasha (Martín Sastre, 2020)

La subieron a Netflix y los argentinos estallamos en otro de esos arrebatos de fervor por nuestras menciones en el exterior. Además, le arrebatamos a Natalia Oreiro a los uruguayos por un rato, aunque la película sea uruguaya y la presente a ella como uruguaya. La pregunta que me planteaba cuando empecé a verla era si íbamos a poder entender algo acerca del fenómeno de Natalia Oreiro en Rusia, dado a que las imágenes que la película documenta despiertan una inquietud enorme, y por momentos parecen venir del mundo de lo fantástico. El recorrido termina siendo algo errático, con sus disruptivos momentos de solemnidad que recuerdan al episodio 3 de La Flor pero menos luminosos -todo lo ruso se presenta en su estética cristalizada de lo frio y depresivo-, los carteles con definiciones, y los comentarios de sus familiares que afirman el poder cautivador de Natalia con las mismas palabras con las que naturalmente cualquier padre o madre hablaría de cualquiera de sus hijos (esta es la mejor explicación que la película encuentra). En mi caso, el sentimiento final es el de una fugaz alegría por lo bien que le va a Natalia, así que tampoco me puedo enojar, bien por ella.


Train to Busan 2: Peninsula (Yeon Sang-ho, 2020)

La continuación de Train to Busan (y tercera parte de una trilogía cuya primera entrada me falta ver) es más bien un intento de repetición a modo formulaico de la precedente. No es necesariamente una mala película, pero es una a la que se le notan los esfuerzos ingenuos y también las repetidas citas a Mad Max y Escape de Nueva York. Lo que toma no molesta, de hecho no está nada mal, la visión de la península convertida en una tierra de nadie, donde un grupo de personas olvidadas pasan de ser una sociedad a ser organizadores de deportes barbáricos, va perfecta con la película. La mirada sobre los conflictos de responsabilidad vuelve a aparecer. En la primera era la tragedia sobre el olvido de un padre, que a su vez era preso de un individualismo maniqueo pero ejemplar. Esta continuación intenta centrarse en un soldado que no sabe cómo redimir su propio instinto de supervivencia, también individual. Tal vez sea el éxito rotundo de la película anterior lo que haya hecho sentir a su realizador que debía repetir el esquema, en lugar de continuar en su mismo sentido, que son dos cosas completamente diferentes. Sobre esto es interesante mencionar que la película termina siendo demasiado benevolente con el destino de su héroe, porque las condiciones parecen estar inclinadas para que el final sea emocionante y además satisfactorio, una satisfacción que Train to Busan no nos regalaba. Peninsula parece tener demasiado interés en emocionar, y no sólamente por los torrentes de lágrimas de la niña pequeña, lo que hace es tratar a toda costa de que su conflicto estalle en una serie de retribuciones y resoluciones que entiende como heroicas. No voy a revelar lo que pasa, pero cuando la resolución está más cerca de un deux ex machina se vuelve más difícil que nos entreguemos del todo al relato de la misma forma que sus héroes lo harían.

She Dies Tomorrow (Amy Seimetz, 2020)

Este sería un nuevo caso de película "de idea". Una premisa, generalmente en el título, que refiere al esquema que se desarrolla, y acá particularmente es una idea estúpida y nada emocionante. Una chica afirma, "sabe", que se va a morir al día siguiente, y todas las personas con las que lo comparte se van contagiando de esta sensación. La certeza de la muerte se expandiría entonces como una especie de virus. Lo curioso es que los realizadores de esta película, por algún extraño motivo, creyeron que esa certeza sobre la muerte era un elemento absolutamente épico, ensalsado con el Requiem de Mozart entre otras cosas. La angustia de sus personajes es vista como si evocara a la gran tragedia humana, pero se trata de una película que no produce ningún tipo de mímesis. En She Dies Tomorrow se canta sobre la muerte, pero es una película sin miedo, dolor ni pasión.

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