Chandler Levack, 2022
El protagonista puede ser insoportable (ya que andamos por Canadá, podría ser un Eric Cartman cinéfilo), pero se lo entiende desde la caracterización que la película busca. Lo que no sé si es tan entendible es que todo gire tanto tiempo alrededor de algo que tanto nosotros como la película juzga caprichoso: el chico gritando cada cinco minutos que quiere entrar a NYU.
Se le da un lugar raro al cine, el chico mira Kubrick y si fuera argentino hubiese sido el mejor espectador de I-Sat, eso está clarísimo. Pero todo es para decir que es cinéfilo. No podríamos pensar nada sobre Kubrick o ninguna de las otras obras que esta película se desespera por mencionar. A excepción de la escena en que la chica cuenta su pasado, no hay una verdadera instancia de él mirando. Si se tratara de un chico obsesionado con la música, toda esta cuestión sería perfectamente reemplazable.
También es una película oscurísima, algo que no esperaba. Todos los conflictos se vuelven difíciles de aceptar porque el protagonista escupe demasiado veneno y resentimiento hacia sus supuestos seres queridos. Hacia el final llega una especie de cura, inesperada y funcional, por momentos absurda. Por ejemplo la chica, que reaparece vestida de oficinista, ahora está bien porque fue al psicólogo y se anotó en clases de actuación. ¿Convertirte en una oficinista psicoanalizada es la salida? Eso es intragable.
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