28 sept 2017

Depredadores y merodeadores

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Sobre Wind River (Taylor Sheridan, 2017)

Fui al cine a ver una de las películas que tuvo la mala suerte de estrenarse la misma semana que It: Wind River. Lo que me temía era una nueva entrega de eso que podríamos llamar "género Nick Cave" que, siendo un poco cruel y despectivo, puede ser una forma de llamar a estos nuevos westerns con paleta de colores cuidada y música y/o guión de Nick Cave. Solemnidad. Bueno no, no quiero ser ni cruel ni despectivo, así que me retracto. Además me gusta mucho la música de Nick Cave, la que escribió no la vi y me comentaron que podría gustarme mucho. Más adelante puedo abordar alguna de aquellas que sí me gustó. Sólo digamos que hay un cierto esquema de película dando vueltas sobre el cual se hicieron ya varias entregas con muy poco sabor. Recuerdo haberme sentido un poco molesto con Hell and High Water, a pesar de que un poco atractiva me pareció. Ese primer plano secuencia se esforzaba por decir demasiadas cosas. Wind River (dirigida por el guionista de Hell...) es un poco menos cuidada en ese sentido y pareciera narrar más desinteresadamente, pero tal vez gracias a eso la supera en muchos otros aspectos.

Jeremy Renner interpreta a un cazador de depredadores de ganado, donde el paisaje en cuestión es una reserva indígena de Wyoming con un clima hostil, azotado constantemente por tormentas de nieve. De entrada tenemos varios puntos que no podemos dejar de ver. La hostilidad del clima es también hostilidad territorial por parte del Estado y la disposición del pueblo da cuenta del abandono. Además está otro factor crucial: Jeremy Renner es un blanco cuyo matrimonio con una nativa lo integra a la comunidad, y su hijo menor se muestra deliberadamente como una mixtura que pide interpretación, es un indio que se divierte disfrazándose de cowboy. La trama policial se origina alrededor del asesinato de una joven nativa de la zona, y despierta el conflicto pasado del cazador: la muerte de su propia hija adolescente y ex mejor amiga de la nueva víctima.

La película va desnudando una oscuridad que estalla cerca del final, en una especie de flashback donde descubrimos toda la verdad del asunto. Hay un giro en el punto de vista que al principio se siente confuso, tal vez por que venimos emplazados en una lógica de busca de indicios e interpretación para luego recibir toda la información sin focalización aparente. No es nada grave, lo que termina sucediendo es que la película se ajusta a su estructura formal principal: una cacería de depredadores que merodean, ya sea en su primera secuencia, como en la situación del francotirador observando lo que sucede en los trailers de la petrolera. La transposición hombre-bestia es visible, pero nunca se queda en la ilustración. El ajusticiamiento final de uno de los violadores es una secuencia a la que se le agradece su incomodidad. Hay un evidente eco con la infame escena de The Hateful Eight, el flashback de Samuel Jackson obligando a caminar a un soldado del sur desnudo en la nieve de Wyoming. Y podemos hasta pensar que ahí hay dos visiones de mundo marcadas, aunque tengan un fundamento parecido. Para Tarantino parece necesario incorporar a la escena las reacciones de Bruce Dern, subrayando con esto el horror del regodeo de Samuel Jackson, la "película" que va armando. En el caso de Wind River, la película es la película, contempla la incorrección del asunto, pero no por eso deja de acompañar las emociones del vengador, y de la escena no hay reacciones que nos protejan. En cierto sentido es una escena más valiente.

Es una lástima la placa del final en la que se dan estadísticas sobre los casos de nativas americanas asesinadas, porque es el intento de cerrar el sentido de una película que no estaría necesitando en lo más mínimo que un cartel haga una declaración de intenciones. Es por ese gran mérito de la película que el cartel no pasa a ser un problema mayor. La película tiene esa arista, pero también tiene muchas otras. Una muy importante está por ejemplo en la cuestión del territorio. Comienzo a pensar que nuestro territorio nos condiciona, y hasta elige qué pulsiones extraer de nosotros. Tener el control del territorio no es sólo una cuestión de límites geográficos y valor económico de la tierra, es también tener el control del espíritu de su pueblo, de lo mejor y de lo peor. Ese aspecto de la película la vuelve también terrorífica.

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