sábado, 23 de septiembre de 2017

Sólo porque se puede

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Sobre It (Andy Muschietti, 2017)

Después de dos años en los que apareció el anuncio de la nueva versión, cambios de director, un trailer de un teaser, luego ese teaser que era de un futuro trailer, de repente ese trailer que, claro, era de una película, y dos o tres trailers más, finalmente aparece eso que llamamos película. A esta altura todo el mundo siente que necesita verla. Se subraya que la anterior es una miniserie, que no es cine, y que esta sí es cine, que es en los 80's, que actúa un nene de Stranger Things, que no es una remake, que es una nueva adaptación de la novela de Stephen King, que a Stephen King le gusta y twitea contento y muchas cosas más. La película es la cosa que queda para mirar, expuesta a todos, después de toda esa batería de publicidad y conjeturas. Para nosotros, además, así como "Fede" es uruguayo, "Andy" es argentino. Ver It para mí confirmó dos cosas, una buena y otra mala. La primera es saber que el terror sigue siendo el único género que se mantiene vivo casi sin mutarse, siendo sólidamente terror. Esa vitalidad queda demostrada con la enorme necesidad que tenemos de seguir contando y mirando ese tipo de historias. El terror no necesita mutar para vivir. La segunda confirmación va de la mano pero es decepcionante. It también confirma que se puede hacer un producto de una aparente solidez (y hacerlo reventar en millones de salas) aún cuando lo que se está armando está vacío. Porque eso me pareció It de Muschietti: una película que en fondo es hueca.

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No me interesa ahora ponerme a comparar cuestiones de justicia para con la novela o la versión de 1990, la cual ya aclaro de entrada, me parece una película bellísima (aunque sea una serie) y con un nivel de economía narrativa que la de Muschietti no tiene (aunque sea una película). La novela la leí a los 13 años. Tengo destellos de memoria alrededor de ella pero no tengo la precisión suficiente para rastrear problemas o procesos de adaptación. Trataría, mejor, de pensar la película como una totalidad, con autonomía. Y ahí aparece, creo yo, el primer problema. It parece no preocuparse por tener una autonomía. ¿Qué es eso? Es la capacidad de hacerse dueño del mundo que se crea, y con eso, ser el responsable de la vida de todo aquello que allí se supone que vive. También, de todo lo que allí se origina, y con todo eso que se desarrolla lograr entonces que tome cuerpo en el visionado. Dicho de una forma más directa: que todo lo que pase en la película realmente esté en la película. It corre con una especie de ventaja tramposa en ese aspecto. Más que una ventaja es una tentación a la que accede, porque promete facilidad. Esa tentación es la de sostener un universo a partir de una cierta idea preconcebida (a esta altura ya por todos) de cómo se supone que son aquellas películas de iniciacion infantil de los 80's. Esa idea preconcebida, que es externa a la película, es la que gana por sobre la autonomía, la vence, ofrece soluciones mágicas, más fáciles, terminadas, de cómo tratar ciertas escenas y de cómo caracterizar personajes. Es como esos lentes de cámara que ofrecen imágenes ya resueltas, ya convencionalmente bellas en su formato de marca pero que demandan cada vez menos trabajo de mirada.

Eso es, en parte, por una fatalidad de la imagen. La materia con la que It trabaja es materia muerta, no vive. Es un universo atesorado. En uno de aquellos destellos que me quedan del libro recuerdo algo esencial, un elemento estructural del relato y que era muy importante para acceder al mundo de Derry. Todos los traumas de los chicos están en la medida en que son actualizados por el recuerdo de adultos. Así también estaba estructurado el telefilm de Tommy Lee Wallace de 1990. La decisión de Muschietti, en cambio, es la de dividir niñez y adultez, y construir sólo la niñez para su primera parte, para que sea transitada como un presente. Y eso que se vive como presente incluye un desplazamiento estético, que por ende también es materia muerta, como el fílmico que intenta emular, como la tipografía de los carteles que intenta desenfocar para imitar procesos químicos. Lo que It hace no es recordar, sino simular. Las imágenes podrían ser las mismas, pero el procedimiento de fuera de campo que se arma es radicalmente distinto. No es lo mismo recordar que simular, porque recordar implica que haya algo activo, una voluntad que actualiza, y que, fundamentalmente, actualiza al mundo de cierta forma. Esa forma deviene luego en estilo. La simulación es lo contrario, porque elide aquella voluntad y hace de su estilo (un estilo, algún estilo, disponible para ser usado...) una forma determinada de mundo. Al quedarse sólamente con la parte "niños", Muschietti remueve de It a toda su voluntad organizadora y presentifica singularizando a una de sus partes. Su resultado es simulacro, y por eso su transposición temporal a los 80's (la cual no sería ningún crimen) se vuelve irrelevante, porque toda simulación es anacrónica y anti-histórica. Dicho más así nomás: que sea en los 80's no jode a nadie porque tampoco propone nada, ni para los 80's, ni para los 50's, ni para nuestro actual 2017. Y esto es así por la mágica facilidad que se tiene cuando las cosas se hacen sólo porque pueden hacerse.

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El Derry de Muschietti es entonces las sumatoria de dos cosas: todos los slogans y datos flotando en el aire de lo que es el Derry de King, más la idea preconcebida que tenemos de lo que es un pueblo norteamericano chico en una película fantástica Spielbergiana de los 80's. Ese es el primero de los facilismos a los que recurre It. Toda la construcción espacial está subordinada a elementos externos, y por ende, las situaciones vividas por los protagonistas no tienen la necesidad de hacer de los espacios aristas de aquella idea de mundo que creó King. El espacio no necesita ser incorporado, porque total ya un poco entendemos de qué va la cosa. Los personajes no necesitan tampoco desarrollarse lo suficiente, sino que requieren apenas de dos o tres elementos que nos puedan remitir a su correspondiente tipología dentro de la película y del género. Eso implica, de alguna manera, que no necesitemos tampoco verlos con detenimiento ni proyectar o especular sobre ellos. Su forma de presentarse no parece salir del plano racional. Una pelea a piñas entre Bill Denbrough y Richie Tozier es algo más que pasa, así como también su reconciliación, y se subordina todo a una trama de puntos de giro de guión. Un incendio en el que mueren los padres de Mike Hanlon es algo que funciona para narrar otra cosa, unir un punto del guión con otro, aceitar la mecánica.

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Por eso será tal vez que lo que se pierde por ese lado pretenda ganarse por otro, con un Pennywise más rápido, que es también un Pennywise más agresivo, donde la agresión se ve en plano y no deja mucho lugar al fuera de campo, a la imaginación. No hay mucho que imaginar o temer una vez que ya vimos a Georgie arrastrarse con el brazo cortado por la calle. La mayoría de sus sustos son tremendamente efectivos, seguramente nos acompañarán un rato en el recuerdo, pero todo eso tarde o temprano se irá extinguiendo. It no es una película nefasta y yo no me siento para nada indignado. Es simplemente algo más, que está ahí, que se puede ver porque puede verse, puede hacerse, es materialmente posible. La mayoría de sus planos son bellos, con una idea de reconstrucción epocal muy cuidada, con una especial atención a la verosimilitud interna de cada momento. No es una agresión a nuestra mirada, tal vez un poco a nuestro bolsillo, pero de eso salimos adelante. Su falta de espíritu será compensada con el otro terror, el de verdad, el que sigue vivo.

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