13 nov 2017

Mindhunter, pizza con Kemper

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Sobre la primera temporada de Mindhunter (2017)

Llegué a Mindhunter gracias a Ed Kemper, el asesino serial que tenía relaciones sexuales con cabezas cortadas. Por Dios, ¿cómo? Hacía un par de semanas había visto un shockumentary titulado The Killing of America (escribí sobre él en el posteo titulado Explotación de fin de semana). El momento más sorprendente a nivel registro de esa película estaba en la entrevista al asesino. Era fascinante de ver porque Kemper produce ese efecto, se lo ve como a un tipo muy inteligente y elocuente, capaz de contar con claridad y detalle muchas de sus aberraciones y hasta de manifestar responsabilidad por todo.

Cuando vi el trailer de Mindhunter lo reconocí, así como también a su figura que estéticamente es muy armónica: sus anteojos de culo de botella que le dan un aire caritaturezco al rostro y cuya forma encaja bien con su masivo cuerpo que combina dos tonos de azul en la ropa. Mi principal expectativa era entonces ver qué puede hacerse con todas esas sensaciones desde la ficción. El shockumentary era una película de explotación y Kemper era su estrella, porque aquella entrevista estaba puesta en escena para ir poco a poco desnudando el morbo del espectador y llevarlo a una suerte de deleite por el privilegio de estar tan cerca de una forma tan elocuente del mal.

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Mindhunter se centra en un trabajo que todo el tiempo busca cruces entre una lucha contra los crímenes violentos y un estudio de características académicas sobre la mentalidad de los asesinos. A lo largo de la primera temporada los protagonistas (agentes del FBI) acuñan un concepto: asesino serial. Todo parece tener marcas de época, transcurre en 1977 y se nos invita a entrar allí a través de una serie de ya mecánicos "carteles" expuestos por uno de los docentes del FBI en el primer episodio. Dice algo como "venimos del asesinato de Kennedy, de pelear en Vietnam una guerra sin sentido que perdimos y del escándalo de Watergate". Es una enumeración fácil, pero que puede ser aprovechada. Es una enunciación muy cerrada y directa, como si en 1977 ya tuvieran todas las películas y series nostálgicas de aquella época, como si los personajes de la serie tuvieran una perfecta consciencia de los hitos de su historia reciente, es decir, como si fuesen personajes de nuestro presente. De alguna manera ahi ya se deja ver el problema de la serie para con su tema. Los cruces entre resolver crimenes o simplemente analizarlos no son realmente tales, sino mas bien un híbrido entre las dos cosas, porque lo que se analiza se separa de lo real para volverse hipotético, y lo que se resuelve siempre se hace teóricamente. Pero para justificar esto pensemos un poco en las secuencias con Kemper en la primera mitad de la temporada.

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Ed Kemper en The Killing of America (1981)

Es evidente que la serie intenta poner sobre la mesa el problema de la identificación. ¿Se puede generar empatía con estos sujetos? ¿Hay una consecuencia para esto? ¿Hasta qué punto lo que sucede en este tipo de entrevistas requiere o no de la empatía? ¿La propia lógica mental de estos sujetos tiene algo que aportar a las investigaciones de otros crímenes? Este tipo de preguntas van dando vueltas capítulo a capítulo mientras los dos agentes, Ford y Tench, recorren el país entrevistando asesinos y dando clases de comportamiento criminal a las comisarías locales. Cuando aparece Kemper se les da un caso paradigmático, es un tipo con el que se puede hablar y ávido de dar respuestas. En cada una de las visitas se va estableciendo una especie de vínculo, principalmente entre Kemper y Ford. Ford arranca la serie como un ingenuo (y yo creo que también termina así). Se lo ve como a un tipo cuadrado que comienza a conocer el mundo moderno jóven y liberal gracias a su novia Debbie, que es estudiante de sociología y que, al igual que la académica Wendy, parece una mujer nada dispuesta a la sumisión. Empapado del universo académico, Ford parece ver en Kemper una mina de oro y como buen alumno se dedica a anotar con precisión todo lo que dice. Honestamente, parece un idiota: para cada cosa que Kemper dice, parece que Ford intenta ajustarlo a sus apuntes académicos. De alguna manera Ford extrae de Kemper todo lo que son datos duros para analizar, mientras Kemper va encontrando en Ford a una especie de amigo. Lo que ahí se da, desde el principio, es una relación de términos desiguales, y la ingenuidad de Ford se ve plena en la secuencia de la pizza. Es evidente que es una relacion de amistad. Por alguna razón, en las siguientes entrevistas, la serie va derivando estas cuestiones y hasta llegan a resolver crímenes, como el de la porrista asesinada por el jardinero. Hay algo que confunde. De repente los conflictos se vuelven problemas de corrección política. Toda una porción de la temporada gira alrededor de si está bien o no que Ford haya dicho en una entrevista con Richard Speck la siguiente frase: "What gave you the right to take eight ripe cunts out of the world?". Al principio teme que Wendy lo escuche, ¿una cuestión de sensibilidad? Pero lo que la serie no parece comprender es que más allá del lenguaje usado en palabras, en la pizza con Kemper ya estaba todo. El problema era de identificación, y hablar la "lengua" del asesino no es sólo objetivizar a las mujeres hablando como ellos, sino desarrollar una empatía, compasión y compañerismo que va más allá de las palabras.

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Las enfermeras asesinadas por Richard Speck

La pizza, el zapato, las "8 conchas" o la foto de la nena menor de edad son expresiones acumuladas de una misma idea, que es desarrollada más teórica que prácticamente. Estos métodos del agente Ford generan un efecto, pero sobre el efecto no hay cuestionamiento, sino que parece más bien el caso para ser teorizado como metodología. Así es como resuelven el caso del jardinero: están en el bar y un llamado telefónico les tira un par de datos. Lo que sigue es un ejercicio de pura teoría y psicologismo al estilo wikipedia, y el crimen parece resuelto con certeza en el mismo bar. Al igual que Ford con Kemper, la narración de Mindhunter avanza así: todo lo que sucede necesita ser contrastado con máximas y definiciones que tecnifican de manera teórica la resolución de los crímenes. Imagínense si en True Detective tuviéramos una distracción de 2 episodios enteros hablando de si estuvo bien o mal que Rust se tome un par de líneas de merca del cuarto de evidencias para infiltrarse con las bandas de los suburbios. Sería idiota.

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¿Por qué sería esto un problema? Yo creo que es el miedo a meterse con las implicancias de la identificación. Más allá del cierre, con el incómodo abrazo de Kemper, la serie nunca nos lleva a los peligros de la empatía porque en lugar de pisar el acelerador hacia ese abismo se detiene para desarrollar los ítems académicos del procedimiento. Las descripciones de Kemper apelan a un morbo más siniestro, y a una relación de poder y sumisión con las mujeres que parece haber mucho miedo de abordar, porque sería con empatía, y con un poco de valentía hasta sentiríamos el propio morbo de Ford junto a él en cada una de sus escenas con Debbie.

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Por eso traje a colación el shockumentary con la entrevista real a Kemper. En esa película era declaradamente un espectáculo. Es "fascinante". En la escena de la pizza, Ford y Tench se sientan ante él como espectadores, ocupando quizás Kemper el lugar de aquel documental, produciendo fascinación, siendo en sí mismo un espectáculo y la pizza los pochoclos. Su elocuencia es evidentemente sospechosa porque conoce toda la terminología psicoanalítica. Es un tipo muy inteligente sometido a estudios durante años en una prisión psiquiátrica, pudo haber aprendido, pudo haber dominado ese lenguaje. En la puesta en escena eso es evidente. Ford anota como un esclavo las palabras que Kemper sabe que quiere escuchar. Por eso, lo interesante ahi sería que se avance sobre ese magnífico poder de Kemper, como si fuera otro Kevin Spacey en Se7en...

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Hablando de novias y cabezas cortadas...

Es raro viniendo de alguien como David Fincher, en Se7en trabajó una perspectiva absolutamente contraria. Aunque ahora quizás Mindhunter me hace pensar que es al revés, y que Se7en es la rareza en su carrera. No hay incorporación de los conceptos de bien y mal en nada de la trama. Y los personajes manifiestan explícitamente la necesidad de un abordaje puramente laico cuando se cuestionan si contratar o no a al agente Smith, que es católico. Este personaje termina siendo un llorón, y su relación con los crímenes es de una perplejidad de la que logra poco a poco anestesiarse. Pero sus nociones de bien y mal finalmente son de una moral puramente individualista cuando los delata con los de asuntos internos. Para ser el único personaje religioso su alcance entonces es tremendamente bobo, echando a perder toda una gama de problemas interesantes a ser aprovechados.

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True Detective (2014)

Ante la posibilidad de contar con una figura esquiva de toda teoría para tener que enfrentar, estamos ante un relato que elige siempre la seguridad del marco teórico. Si True Detective marcó que era posible hacernos planteos que van más allá de las metodologías positivas en cuanto a las aberraciones, en Mindhunter lo que vemos es el puro positivismo adaptado a contextos hostiles. Holden Ford es un Rust Cohle tecnificado.

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