lunes, 7 de octubre de 2019

Outrage

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Ida Lupino1950

Las películas que dirigió Ida Lupino contaron siempre con un factor de polémica que a simple vista se nota en todo lo que las rodea, todas encuadran en esa lógica de la clase B norteamericana de explorar nuevos territorios, donde los conflictos se dan de manera más pura o inmediata y jugando con el estilo de los titulares de color, con temas calientes. Como en The Bigamist (1953), Lupino juega con tabúes, y en este caso se trata de una violación, en una película donde la palabra rape no se dice ni una sola vez.

Ann (Mala Powers) es una empleada oficinista con aspiraciones de casarse, y la historia comienza en las vísperas del compromiso. Hay una cierta armonía visible en su vida como trabajadora. Logra hacerse tiempo, con algo de dificultad, para poder almorzar unos modestos sandwiches con su prometido en medio de la jornada. Al mismo tiempo, su padre parece tener una visión más liberal, pretendiendo que Ann siga formándose para convertirse en profesora y no terminar siendo ama de casa. Sin embargo, pese a esta posible tensión, las cosas se dan sin mucho conflicto. Su padre acepta el compromiso, su madre se alegra y su futuro marido parece, en apariencia, acorde a la cuestión. El conflicto llega cuando una noche, a la salida del trabajo, Ann es seguida y violada por un hombre. Es una secuencia feroz, con una persecución en las calles vacías que va agotando al personaje hasta el momento en el que ocurre el acto, y vemos la horrenda cicatriz en el cuello del violador, tal vez una figuración monstruosa de los hechos que serán elipsados.

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Outrage se va a centrar entonces en las consecuencias de la violación de Ann, con una tensión oscura entre el fuera de campo y la mirada de los otros. Al mismo tiempo que Ann es sometida al juicio de la mirada de los demás (tanto hombres como mujeres), también desarrolla un terror profundo a los varones. Se darán también numerosas secuencias en las que la puesta en escena intentará amoldarse a la vulnerable subjetividad del personaje, con montajes sonoros de lo que ocurre en su cabeza. Lo particular de Outrage quizás sea que el objetivo de Lupino se acerca más a un intento de salida del trauma que a una búsqueda de justicia. Todo lo que vemos en la película parece orientado a enforcarse en las decisiones de Ann para dejar de ser infeliz. Ella huye de su hogar y de su hombre, que es incapaz de comprender la pena por la que su prometida está pasando. Comenzamos a ver subrayados los momentos en donde Ann es de alguna u otra manera manipulada o forcejeada. Cuando se niega a casarse tan prontamente (como si fuera un antídoto ineficaz), su novio la persigue y la atrapa. Ann, horrorizada, escapa.

Eventualmente llega a Santa Paula, un pueblo singular en el que parece que Bruce (Tod Andrews), el reverendo local, es uno de los referentes principales. Bruce encuentra a Ann y cuida de ella, sin saber su secreto. A lo largo de su estadía se dará una especie de juego de dobles, donde por un lado existe la figura masculina oscura y violenta asociada al violador (y desplazada luego al hombre del que huyó), y por el otro está Bruce, un tipo religioso pero carente de sus modismos, y que se comporta como un hombre más del pueblo, capaz de construir un vínculo de amistad y protección con Ann sin necesitar juzgar su pasado. En Santa Paula se da otro episodio, en donde Ann reacciona ante el avance de un hombre que intenta besarla a la fuerza. Obviamente tanto esta secuencia como el juicio al que es sometida hacen ruido en la actualidad, pero termina acentuándose aquello a lo que Outrage apunta. Cinematográficamente, lo que Lupino termina armando es una figura salvadora en el personaje de Bruce, que como hombre posee natural y trágicamente tanto fuerza como algo de atracción por Ann, pero además se presenta como un ser capaz de entender al sujeto que es ella. Como espectadores ponemos a Bruce siempre en duda. En su primera aparición vemos su brazo, obstruyendo el paso de Ann, ejerciendo autoridad. Luego la lleva a un lugar alejado, pero Ann se siente segura. Es un reverendo, pero no está vestido como uno, y su relación con la religión se destaca por su liviandad coloquial, como en todas las escenas donde jocosamente invita algunos pueblerinos a que concurran a la iglesia el próximo domingo, una iglesia que está totalmente fuera de campo, como si fuera el pueblo mismo.

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En ese sentido la imagen que terminara de cristalizar a la película se dará en la despedida entre ellos dos, cuando parece que Bruce la va a besar en la boca pero lo hace en la frente. No se trata de idealizar a Bruce quitándonos de encima el conflicto femenino, sino de contemplar lo que el vínculo con Bruce implica para la perspectiva de Ann. Outrage es una película dirigida por una mujer pero absolutamente sigilosa en su construcción, porque Ann no está diseñada como una heroína empoderada, sino como una mujer ultrajada propensa a la identificación en su debilidad, cuyo vínculo con Bruce es el relato del reconocimiento de esas debilidades y la posibilidad de enfrentarlas. Lo que parece interesarle más a Lupino es poner en juego la posibilidad de amar. De alguna manera, más que crear a una mujer, lo que hace es crear a un hombre, uno en el que, aun conociendo su naturaleza, puede confiar.

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