miércoles, 11 de octubre de 2017

Desearás los abdominales del hombre de tu hermana

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Sobre Desearás al hombre de tu hermana (Diego Kaplan, 2017)

Vi la de Pampita, chorrea grasa. Eso en un principio no es ningún obstáculo porque con la grasa se puede trabajar bien, pero la película me termina molestando. Me molestan las buenas ideas que se desperdician y se pierden en un mar de gestos cancheros. Los primeros 15 minutos de esta construyen un universo que a pesar de su artificialidad es perfectamente creíble.

No tengo yo, puntualmente, la referencia que todos ven al cine de Armando Bo, pero sí veo una identificación con las largas y épicas historias de vínculos oscuros que hay en algunos giallos italianos, como podría ser el comienzo de La dama rossa uccide sette volte, de Emilio Miraglia, con la historia de la rivalidad entre las dos niñas que avanza en el tiempo. Ese tipo de largas tragedias vinculares, donde se involucran elementos siniestros y muertes permiten que en medio de toda esa música estridente y giros sorpresivos de relato, además de los elementos de explotación, pueda aún así armarse una idea de película.

Si miramos con atención cualquier película de explotación más o menos digna, en general siempre hay una película detrás. En los mejores casos la película logra emerger y salir afuera, y superar la capa externa de fetiches estéticos. Lo que pasa ahora, la mayoría de las veces, es ya conocido. Cuando intentamos reversionar cine de explotación los componentes estéticos son los que vuelven en forma de nostalgia o parodia y todo lo que la película pueda tener se subordina a una de esas dos cosas. El paso fundamental y que siempre parece olvidarse es que para los directores de películas de explotación la explotación era el mandato, su norma, y la película era lo que se hacía una vez asumida esa norma como pilar o base. Para los nostálgicos actuales es alrevés y lo explotativo, separado de las condiciones de producción, se despoja de sentido y se pone en primer lugar como fetiche.



En el caso de Desearás, sería muy jugado animarme a decir que es nostalgia, porque parecen más bien las típicas "refes" del cine publicitario, muy desconectadas de sus orígenes, pero evidentemente hay un uso deliberado de una estética que directamente repele al espectador de la identificación. Como decía antes, eso no está necesariamente mal. Donde la cosa empieza a caerse es en la confusión que creo que la película tiene entre trabajar lo erótico y evocar lo genital. Desearás no trabaja ninguna forma de erotismo por más que parezca intentarlo usando planos subjetivos de Pampita viendo abdominales. El fuera de campo de una desnudez innecesariamente reprimida es lo que domina a todo el metraje, donde los actores principales no muestran más que lo que suelen mostrar en televisión. La película parece seguir ajustada a normas mentirosamente endebles. Yo creo que para esta película "podemos" ver el pito del negro porque el "negro del whatsapp" ya es moneda corriente, pero para ver las tetas de Pampita se vuelve necesario recurrir a una escena de sexo en flashback para que eso lo haga otra actriz y Pampita salga impune del film, permitiendose continuar ese fuera de campo de fetiche que de erótico no tiene nada. Nos "cuidan" demasiado.

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La decepción continúa cuando uno intenta seguir la supuesta película que vive debajo de los cuerpos empapados. En esto el personaje de Andrea Frigerio es ejemplar por su lugar de madre. La escena que les da las pastillas anticonceptivas a sus hijas es muy buena (la arruina con la imbecilidad de la mirada a cámara, pero olvidemos eso por ahora). Frigerio parece adoptar el rol de la madre liberal y es la principal forjadora del imaginario que se construye alrededor de sus dos hijas. No olvidemos que la primera escena es brutal: tenemos básicamente a una nena de 8 masturbándose con un almohadón hasta desmayarse con una puesta en escena en la que los cuerpos y rostros de ambas nenas están meticulosamente sexualizados. Si algo podía hacer la película para hacerse cargo de esta escena al borde de la pedofilia es justamente problematizar ese imaginario, y ahí el personaje Frigerio sería central. El resto de la película la tenemos borracha y diciendo boludeces en plan de comic relief, porque básicamente el rol que le termina quedando es el de MILF. Es más fácil.

El climax en la lluvia y el barro probablemente tenga como "refe" principal a esa famosa escena de The Notebook, pero mientras la miraba recordé inmediatamente a una turbia secuencia de Lo strano vizio della signora Wardh, un giallo clásico de Sergio Martino (1971). Las similitudes en algunas cosas de la puesta son sorprendentes y me hace pensar que probablemente sea una cita directa.

STRANGE VICE2

En el giallo de Martino se trata también de un momento de climax. El personaje que interpreta Edwige Fenech va teniendo una serie de tensiones con 3 hombres y cualquiera de ellos podría ser el asesino que anda matando mujeres (el costado policial de la película). Pero Edwige tiene un mambo similar al de Huppert en Elle (2016), tiene la temible fantasía de ser violentada en el sexo y violada. La relación con esa posibilidad es trabajada en sueños y principalmente en cómo se va relacionado con los personajes. Desearás parece tomar el código estético de la secuencia de la lluvia para construir ahí el momento en el que se concreta el prefigurado pete y el sexo con Pampita, pero la escena es demasiado cómoda (tan cómoda como el plano que le dedica al culo), la lluvia es un adorno y además el barro sirve para ocultar el sexo. En Lo stano vizio el tipo empieza a golpear a Edwige y la tira al barro, le arranca la ropa, a ella sí le vemos las tetas, es una película de explotación, pero Martino elige que nuestra relación de espectadores ávidos de desnudez conecte con esas tetas de una forma macabra. La de Martino es una escena incómoda porque además es erótica, y se ve que sabe qué es realmente la explotación.



En Desearás hay algunas secuencias muy logradas, como esa del semen que salpica la cara del negro. La escena es muy buena, pero se siente como si todo eso fuese lo máximo que puede hacerse en una película que no se anima a meterse realmente en la posible rivalidad que de ahi se desprendería y lo que implica para los personajes y para los espectadores. De lo armado en los primeros minutos parece quedar nomás esta especie de vacación donde entran en juego insinuaciones de momentos que veremos, porque a pesar de concretarse, siempre dependen de lo que se muestre o no en un plano físico. Y como es de esperar a esta altura, de todo eso nos cuidan como si no pudiésemos avanzar a hacia ningún lado más lejos que la concreción de la desnudez. Ese es nuestro límite, y hacía allí no nos llevan. La posible película entonces está cada vez más lejos, tal vez porque para su director nos conformamos, entre risas pacatas, con poco.

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