viernes, 17 de abril de 2020
Perfect Blue
Satoshi Kon, 1997
No suelo escribir sobre películas animadas y tampoco soy un gran conocedor del universo del anime, pero cuando llegué a Perfect Blue sentí que estaba mirando una película a la que no necesitaba pensar desde su pertenencia a ese mundo particular y sus reglas intrínsecas. Hace dos años salió la película Cam, que no me había terminado de interesar, sobre todo por el final, pero era notoria la referencia constante al conflicto de la película de Kon, y que me es inevitable de asociar a las tramas del cine de Brian de Palma. Por momentos se siente como si mirásemos una variante japonesa de su cine, y no es precisamente una cuestión argumental ni formal, sino más bien una manera de organización de la mirada y el conflicto.
Las Pop Idols no se parecen en casi nada a las estrellas de Occidente, más que nada porque en realidad son productos que se explotan en nichos pequeños, nada masivos, pero que internamente producen una adhesión extraordinaria. Son pequeñas máquinas de hacer dinero pero con fecha de expiración. Dentro de esa cultura hay razgos polémicos que pueden ser complicados de descifrar desde acá, como por ejemplo la devoción por la juventud y la inocencia, en medio de una propuesta estética que es sugerente sexualmente pero siempre en lo no dicho. Se habla de lo "adorable" como un razgo positivo de pureza, cuando fácilmente puede girar hacia una connotación sexual, y el público suele ser totalmente masculino, hombres que podrían ser los padres de las chicas. La pelicula de Kon no se mete sola o específicamente en la naturaleza oscura posible que haya en ese ámbito. De alguna manera la acepta para poder ampliar un conflicto que excede al nicho y se expande hacia toda una noción de espectáculo.
Mima es una Pop Idol que quiere dejar su grupo para probar suerte en el mundo de la actuación, y en el medio están los responsables de su agencia de talentos, que parecen querer manejar a su estrella/producto a costa de las propias decisiones de la chica. A medida que Mima avanza en aquel mundo, descubre que hay un sitio de internet donde se emula una especie de diario o blog o de ella misma, una versión de Mima que se refiere a la Mima actriz como a una impostora que mancha al nombre de la original, pura, joven, ídola. A medida que el conflicto se desarrolla sospechamos de uno de sus fans, un tipo marcadamente feo, casi monstruoso, solitario, que parece seguirla a todos lados. No tiene sentido escribir sobre Perfect Blue sin revelar los detalles de la resolución así que aquí vamos: resulta que la verdadera creadora del sitio es su agente, Rumi, que luego de perder el control de su estrella parece haber absorbido su personalidad, como si quisera cristalizarla en ese manto ficcional de perfección. Rumi es la que va asesinando a los guionistas y cometiendo toda clase de torturas psicológicas a la verdadera Mima que, para sumar confusión, actúa en una telenovela que contiene una trama metadiscursiva sobre su propio rol. La película entonces se convierte en una serie de viñetas de la vida de Mima que meclan realidad y ficción, a punto tal que empieza a volverse confuso qué es lo real y qué no.
Pero la cuestión más interesante quizás pase por el recorrido que hacemos en ambos mundos, y cómo es que sospechamos equivocadamente del admirador. Es un personaje que tiene algo de macabro. La primera vez que lo vemos, en uno de los shows, este pone su mano delante de su cara, abriéndola para poder ver a Mima bailar sobre ella, como si esta fuera una de esas pequeñas muñecas bailarinas que giran en las cajas de música, un objeto de colección. A su vez, como varios de los admiradores y de los seguidores de las idols en general, este personaje cree en el mundo de Mima, en los valores que la banda expresa, todo un relato de inocencia y pureza. Pero la película apuesta a contraponer dos mundos, y al territorio de las idols le suma el del espectáculo televisivo. Si en uno hay todo un compendio de reglas claras que contiene al sistema para que sea siempre igual y sin desbordes (como si hubiera una hermandad de hombres jugando a preservar la pureza), en el otro hay liberalismo puro. El mundo de las idols es polémico por lo que parece traer debajo implícitamente, pero el mundo general del espectáculo televisivo es casi arbitrario, todo puede entrar y adaptarse, y paradójicamente Mima parece ser mucho más explotada sexualmente en este segundo mundo. Los productores de la telenovela incluyen rápidamente una terrible escena de violación para ella, filmada en un tono completamente explotativo. En esa escalada Mima termina haciendo sesiones de fotos desnuda, como si lo sexual ya fuese su rasgo único.
La confrontación parece ser entre un liberalismo expansivo y un puritanismo duro, que gracias a la locura de Rumi deviene en un puritanismo represor y esquizofrénico. Pero no es que estos universos sean opuestos, en realidad se necesitan el uno al otro. Los recovecos morales que son elididos en el mundo de las idols necesitan de un mundo liberal para poder hacerlo, y el liberalismo tiene casi una natural relación histórica con el puritanismo, tal vez la única dimensión religiosa que le es acorde, porque lo necesita para poder convertir al erotismo en fetiche, o producto. Rumi necesita al admirador de Mima, porque hay una jerarquía. Rumi es la villana verdadera y encarna a todo ese lado oscuro, el admirador es solo un peón, un comodín, o un receptáculo para todo eso. La manipulación de Rumi es la que hace que ese muchacho marginal termine deseando la muerte de Mima. En el cine de De Palma tiende a pasar algo parecido, y es una lógica que viene de Hitchcock: el mal puede ser el acto de alguien que solo es parte de un engranaje mayor, en cuya cima hay toda una consciente visión de mundo. Me refiero a Vértigo, Doble de Cuerpo o Blow out, entre otras, donde todo individuo puede ser permeable al mal.
Esa interdependencia tal vez explique también por qué sucede que cuando Mima actúa la violación sienta que los hombres desagradables que festejan el acto quizás se parezcan un poco a los fans que la adoran. La película hace que esto sea parte de ese mismo sistema de confusiones entre lo real y lo ficcional. En definitiva, lo que surge del recorrido por ambos mundos son los demonios que puede haber adentro, y tal vez el más perfecto y sigiloso termina siendo el que toma forma en Rumi, una suerte de parodia monstruosa de su propia imagen.
En términos ya formales y concernientes a la animación, Perfect Blue encuentra puntos precisos donde marcar esta dimensión casi fantasmal. Durante el climax, Rumi sufre transformaciones en su figuración, pasando de la belleza de Mima a su propio rostro deteriorado en una misma imagen, y haciendo de su disfraz un ridículo grotesco. La persecusión final se convierte así en un momento pesadillezco, Mima es perseguida por Rumi encarnando al fantsma de la idol, su doble, y no corre, salta de manera elegante entre lugar y lugar, vuela, con una velocidad irreal, pero tenebrosamente angelical.
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